En
el entronque de las calles Cantarranas y Algarrobo, hay un jardín colgante – no
es como los de Babilonia – pero tiene su belleza que lo hace único. Ocupa la fachada
que sirve para que las dos se den la mano y cuenta con la aprobación de viandantes
y vecinos. En la acera de enfrente, una figura en bronce recoge el homenaje a
la faenera…
La
calle Cantarranas comienza en la de Carmona. Termina
en el Arroyo Hondo. En el siglo XVII tomó ese nombre y con él figura en el
Repartimiento de 1639. Al reformarse por el Ayuntamiento el abastecimiento de
aguas a las fuentes púbicas se la dotó de un servicio, a modo de grifo
automático situado en la confluencia con la de Chozuelas. En el siglo XVI tomó
el nombre de Gonzalo Pérez de Armijo, vecino principal que vivía en ella. En
1935 llegó a llamarse “Libertad”. Casi en su final, en la parte izquierda
arranca uno de los dos ramales, que forman la ‘y’ de la calle Málaga; por su
parte derecha, en la mediación se accede a la Avenida don Juan Calderón.
En ella vivió durante años
una figura emblemática y muy querida en la localidad Manuel Álvarez, “Manolo, el mutilado’ hombre de excepcional
bondad que sufrió las consecuencias horribles de la guerra postrado en una
cama. Vecinos de ella: Frasquito José
Pérez, tallista del trono antiguo del Santo Entierro, la pintora acuarelista,
Ana María Garrido y el historiador Lucas González (nadie sabe más que él del
futbol de Álora) con varias publicaciones sobre el Fútbol local o la figuras de
Abindarráez y Jarifa..
La calle Algarrobo – larga y
profunda como un suspiro escapado- se
sitúa entre Cantarranas y Málaga, por la derecha; Plaza Fuentarriba, y calle de
la Parra, por la izquierda. Comienza en la calle Carmona y concluye en la de
Benito Suárez. Por la izquierda se le incorpora la calle Zapata. En el siglo
XVI se llamó de Alonso Gallego. Estaba unida por una travesía, hoy
desaparecida, de nombre Juan Acedo, con la calle Cantarranas. En la fachada del
número 40 existe una hornacina donde se venera un Cristo Crucificado. La piedad
popular adorna el altar callejero protegido por un cristal y verja de hierro. De
noche se ilumina con luz eléctrica y siempre se halla con flores, artificiales
y naturales.
Su desnivel hace que la
acera izquierda conste de muy pocas viviendas y tenga frente a la acera derecha
los muros traseros de la de la Parra. Otra originalidad más de esta calle
única.
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