Pastelería El Riojano. Madrid
16 de
octubre, domingo. A Madrid se iba – dicen - “a por atún y a ver
al duque”. Y por supuesto, también, a otras cosas. Un alcalde de mi pueblo
adujo tener que hacer unas gestiones en la capital para andarse unos días de
asueto. A la vuelta, los vecinos le preguntaban cómo le había ido y él, muy
atento, contestaba: “Buenas impresiones, buenas impresiones”
A Madrid la gente también iba a
dar un tumbo a su fortuna. En la Villa y Corte se cocía – y se cuece - todo lo bueno y todo… lo otro. El factor
suerte siempre está en esos momentos en que de tenerlo a favor o en contra hace
que barco llegue o no, a puerto.
Mi amigo Paco Sanz que me ha
enseñado el Madrid de los Austrias como
solo sabe hacerlo quien lo anduvo por sus calles desde niño, me ha mostrado
rincones, perspectiva y lugares únicos. ¿Conoces El Riojano?, me preguntó un
día, es de mi hermano, me dijo.
Me contó que un oriundo de La
Rioja – esa tierra donde nacieron el castellano y el euskera en San Millán –
Dámaso Maza, pastero de oficio, se vino a Madrid. Montó una pastelería en 1855
y ahí arrancó todo. La calidad de sus productos era tan grande que se convirtió
en suministradora de la Casa Real – Palacio está un poco más allá, en la Plaza
de Oriente, y ellos en la Calle Mayor, a pedir de mano de la Puerta del Sol –
que valoraba sus exquisiteces. Isabel II y María Cristina, en ocasiones venían
hasta la propia pastelería a degustarlas.
El
Riojano tiene varias especialidades. Los golosos lo tenemos
difícil, muy difícil por lo que hay que volver una y otra y otra vez y todas las
que hagan falta. Las pastas son la estrella del obrador. Pueden, si quieren,
darse un homenaje de torrijas o si desean esos otros dulces que llaman desde
lejos…
La decoración, la original, el
mármol de Carrara… Casi 170 años de vida… Conservan la balanza primera, la caja
registradora del comienzo y el horno de leña ya en desuso. La ebanistería, de
madera noble que vino de Cuba y trabajada por los artistas que trabajaron en
Palacio…
Además de las reinas… Don
Jacinto Benavente era asiduo. Dejó dicho: “La gente a la que no le gusta el
dulce no es de fiar”. Pues, eso.
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