24 de
octubre, lunes. No hay otro tema de conversación. No llueve. La
tierra está reseca. No refresca por las noches Los pozos bajan el nivel
freático y cada día el agua está más honda. Dice el hombre del tiempo que viene
una borrasca profunda por el Atlántico. Le ha dado nombre bellísimo de mujer:
Beatriz. Dice, también que es una de las grandes borrascas que van a regar toda
la Península Ibérica. Entre la gente sencilla anida más el deseo que la
credulidad.
En el café tempranero, en las
tertulias de varios que se encuentran por la calle…, no hay otro tema de
conversación. Es más, se llega incluso a la aseveración. “Estamos condenados,
dicen algunos”. Otros, creen que el hombre lleva mucho tiempo haciendo mal las
cosas y ahora paga las consecuencias.
Hay un temor generalizado ante lo
incierto del futuro. Los pantanos bajan y bajan su nivel de agua y volver a
verlos llenos tiene más de deseo que de realidad. La política hidráulica se
abandonó hace mucho tiempo. Es más, algunos hasta se permiten satanizar lo que
ya está hecho. Condenan a los pantanos que sepultaron pueblos enteros.
Obviamente, no condenan a los que no solucionan que ahora se mueran los pueblos
porque se les va la gente…
La otoñada se ha retrasado. Es más, no ha llegado. Hay quien ha comenzado
la siembra de los cereales de ciclos largos con más fe que esperanza en que la
semilla germine. La tierra no tiene humedad. “Esta siembra, comentaba uno, va a
ser para los pájaros…”
Esta mañana he visto el primer
reznero. Son pájaros de plumaje blanco, zancudos que se mueven mal en tierra y
tienen una manera de volar acompasada y lenta. Estaba en la linde de la huerta,
cerca, del vallado de granados. Debe ser un pájaro despistado. A los rezneros
en la marisma le llaman ‘espurgabueyes’ porque viven de los parásitos que cría
el ganado y por aquí ha quedado poca ganadería extensiva…
El pájaro cuando me vio levantó
el vuelo. Fue un vuelo corto, solo unos cuantos metros más allá y volvió a
posarse en tierra. Era muy temprano para pensar que estuviese echando un rengue.
Estos pájaros cuando llegan las últimas horas de la tarde, esas en que el sol
dorado le pone un tiente especial, bajan para buscar cobijo en la alameda del
Hoyo del Conde.
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