23 de
octubre, domingo. Dicen que la Estadística es la más falsa de las
Ciencias Exactas. Tiene la culpa, el pollo. Algunos se ahítan y otros ni lo ven
y luego vienen con la milonga que los dos comieron – es un decir – pollo, a una
proporción de cincuenta por ciento cada uno, en una extrañísima salsa importada
de no se sabe de dónde vino.
Dicen que hay millonarios – en
euros - que esos son millonarios de
verdad y a los que según unos les van a favorecer cuando le bajan los
impuestos; según, otros dicen que no, que eso no es así, porque a los
millonarios de verdad no se les ve el pelo y la cuenta corriente la tienen en
paraísos fiscales.
Claro que para hablar de
paraíso uno se remonta a aquello del jardín entre ríos con frutas exóticas de
las que ni conocemos ni sus sabores ni sus nombres. Solo trascendió el de una y
resulta que era una modestita manzana que fue la que se cargó el invento que se
tenían montado.
Hace unos días estuve en una
boda. Un amigo se empeñó en ahitarnos a base de comer y a un plato seguía otro
y otro y aquello era como cuando se leen las encuestas que dicen que hay más
votantes a favor que gente encuestada porque es una manera de convencer a la
parroquia. ¿Se come? ¿Nos alimentamos? Es gula envuelta en esos oropeles de
nombres muy raros que ahora se han inventado en algunas cartas. La imaginación
no tiene límites y total al final siempre se piden unos entrantes, un pescado o
una carne…
Donde está la clavada en los
restaurantes es en el vino. Ahí la relatividad se echa a un lado. Como sea un restaurante
de medio pelo hacia arriba, menos el sacristán de la bodega por allí desfila
medio mundo, haciendo unas reverencias, con unas pamplinas de escenificación
que alucinas. Cuando llega la cuenta, eso ya no es tan relativo. La ‘humera’ se
disipa de momento.
Estamos en una sociedad de
apariencias. La estadística aparenta lo que no es, la belleza es tan relativa
como para hacer creer a algunos que están hasta bonitos cuando llevan hasta el
cielo de la boca pintorreado…
En fin, lo dejó muy claro don
Ramón de Campoamor. “En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo
es según el color / del cristal con que se mira”.
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