Cantabria.
10 de
octubre, lunes. Hace unos años, España comenzó – bueno, España,
no, algunos dirigentes de los que las ven venir – a darse cuenta de que el Turismo era la
industria sin humos, que aportaba más de lo que a nosotros podía costarnos y
que ahí estaba el equilibrio de lo que se llamaba ‘Balanza de pagos’.
No es el momento de hablar de
suecas en Torremolinos, de alemanas en Soller, de gente que se hacía a la mar,
sobre una tabla en Tarifa, la de los dos mares – la mare que parió al Levante y la mare
que parió al Poniente – y África enfrente, con las luces de Tánger, por las
noches, al alcance las mano.
Los publicistas escudriñaban en
sus neuronas y lanzaban mensajes como los pescadores, anzuelos: “Málaga, Costa
del Sol”, “Alicante, donde el sol pasa el invierno”, “Asturias, paraíso
Natural” “Jaén, paraíso (¡cómo no!) interior, “Salamanca, arte, saber y toros”.
A mí éste, el que más gusta.
Mi amigo Barbeito ha colgado
una foto idílica en su página: cielo azul, limpio, infinito; mar profundo,
enigmático con todo eso que encierra el misterio del mar por el que se puede ir
a cualquier parte del mundo; la tierra, una alfombra verde y un puñado de casas
esparcidas como el sembrador que tira a voleo la semilla…, y escribe:
-
“Cantábrica, única. Fue en verano de 2016. Me
hubiese quedado a vivir allí para siempre…”
Lo veo y le digo:
-
Solo tiene un inconveniente: está en la otra
punta del mapa… ¡Me cachis, no se puede tener todo!
Y como quien no quiere la cosa
va y me contesta:
-
“Es el mejor sitio de Sevilla para pasar el
verano… Será que me tira la mitad de la sangre, que es gallega y no soporta
mucho el sol canalla…”
Convendrán que si los
publicistas de Cantabria – de soltera llamada Santander, cuando cantábamos,
sobre el mapa de huele, puntero en mano, “Castilla la Vieja: Santander, Burgos,
Logroño, Soria, Segovia y Ávila…’- lo cazan… Dios, ¿cómo le ponen al niño? Y,
es que, además, es verdad que “España limita al norte, con el mar Cantábrico…”
Mar profundo, cielo azul,
prados verdes donde pastan vacas de pelos castaños y miradas indiferentes. Ese lugar
que algunos vemos en la otra punta del mapa y el maestro – a quien le copio la
fotografía - como el sitio ideal para
huir de la calor que achicharra….
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