28 de
octubre, viernes. Ha saltado la noticia. Hablan las televisiones
(lo cuentan y según qué cadena toman partido por una u otra senda), lo han
publicado los periódicos y lo dice la radio… Total, como diría aquel de algo
hay que hablar.
La cosa va de unos escolares,
casi ninguno se afeita todavía cada mañana, que viajaban hace unos días desde
un pueblo de Barcelona hasta León. Iban a hacer un curso intensivo de inglés. Solo
unos días. El tren había partido de la estación de Barcelona-Sants y el
interventor, durante el trayecto, ante la queja de algunos viajeros, llamó a la
Policía y los bajó en Palencia donde con los agentes esperaba un medio de
transporte proporcionado por Renfe que los llevaría por carretera a ellos
solitos.
Iban dos adultos – desconozco
si formadores, profesores, monitores… - acompañándolos que no se separaron en
ningún momento del ‘numeroso’ (22) grupo y que habían hecho caso omiso al
requerimiento del interventor del tren.
He oído cantidad de versiones.
Algunas tan pintorescas como que solo se lo notificaron una vez, que los
viajeros fueron muy quejicas o que los escolares iban jugando en las mesas de
sus asientos sin que eso supusiera, en ningún momento, molestias para el resto
de las personas que compartían el vagón. (Tal cual)
Las versiones de los padres –
me abstengo de exponerlas – algunas son peregrinas y justifican los
comportamientos de los niños (uno, por ejemplo, declaraba ante las cámaras de
una televisión “que en algo tienen que entretenerse en un viaje tan largo”). Me
gustaría saber cuál va ser el grado del aprovechamiento del hijo en la
experiencia de aprender un idioma como el inglés y en León, pero eso,
obviamente, son otros ‘lópeces’.
Alguien que sabe de lo habla
dice que hace mucho tiempo que a los padres se les han ido sus hijos de las
manos. No sé qué opinar al respecto. Puede haber algo de certeza. El refranero es
muy sabio y dice que “cuando el río suena agua o piedras lleva”. Hay otro
refrán que puede ser también apropiado para la ocasión: “De aquellos polvos,
estos lodos”. Que cada uno ponga la mano en su pecho y piense qué parte de
responsabilidad le corresponde. Desde luego lo que tengo muy claro es que el
interventor del tren no tomó la decisión porque tenía ganas de complicarse la
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario