Valle de la Liébana en otoño. Cantabria
8 de octubre, sábado. El
otoño ha vestido de oros viejos las riberas del Deva, los bordes de los prados
donde pastan ovejas lanudas y vacas de pelos castaños y ojos inexpresivos. Las
cumbres se recortan en el cielo azul – ya no tiene el azul del verano – y
esperan las primeras nevadas.
A Potes
se llega, desde la Meseta, por los Puertos de Piedrasluengas o por San Glorio; desde el mar por el
Desfiladero de la Hermida Ese que pintó como no lo ha hecho nadie Carlos de
Haës con cuervos en las quebradas y calizas a pedir de mano.
Turieno,
Camaleño, Cosgaya, Espinama, Fuente Dé, Mogrovejo o Pembes sostienen viejas
iglesias y casonas solariegas con cerca de doscientos escudos nobiliarios
sobreviviendo a los tiempos. De Panes – donde al Deva se le une el Cares – a
Tama la carretera es estrecha, siempre al lado del río, que escinde en dos el
macizo calizo de paredes verdes y escarpadas. Ya han comenzado a perder los
árboles las hojas…
Potes
es la capital de La Liébana. De su pasado son muestras la torre del Infantado,
la torre de Oregón y la plaza con soportales. A Espinama y a Bores, en la octava
Serranilla, las inmortalizó el marqués de Santillana: “Mozuela de Bores / Allá do la Lama / Púsome en amores. / E fueron las
flores / de cabe Espinama / los encobridores”.
Es Cosgaya el Deva es un riachuelo espumoso y en Fuente Dé un ramillete de
borbotones claros y cristalinos que confluyen en un manojo de vida. Están
doradas las choperas de la orilla... En Lebeña tiene una iglesia mozárabe del
siglo X, y en Santo Toribio, el mayor Lignum Crucis de la cristiandad.
El paisaje,
único. En las cumbres las rocas desnudas; en los valles la quietud y la dulzura
de una naturaleza entregada porque ha cumplido ciclo. Todo es sosiego. Algunas
nubes columbran, parsimoniosas, los cielos; abajo, mil tonos de oro viejo que
en esencia se transformaron y dejó de ser lo que antes era verde. Armonía y
laboriosidad; veredas estrechas, vericuetos y caminos que suben o bajan, prados
y landas, bosques umbríos de hayedos que al desprenderse de las hojas dejan ver
más allá de los troncos de los árboles. Cabañas, prados segados, hongos enormes
con las pilas de heno y de yerba.
Cuando
avanza la mañana, lentamente, levanta la niebla y se rompe la escarcha. Desde las
chimeneas se eleva el humo de los hogares y el valle se despereza y despierta a
la vida.
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