3 de julio, domingo. “Una
de queso”, vociferó Evelio con tono ronco hacia un ventanuco, cuadrado y
pequeño, por el que se veía la silueta de una mujer que trajinaba en la cocina,
mientras él llenaba unos vasos de tinto.
El
Evelio – como le llamaban – debía tener unos cincuenta y pico de años, cara
colorada y la experiencia de los pueblos viejos. Evelio regenta una taberna
frente a un convento cerrado. Le doy hilo. Me cuenta que ha sido cacharrero,
colmenero y esquilador y de joven, por noviembre, nunca se arredró de subir a
las ramas más altas de las nogalas del Eustaquio, o a las del huerto de las
monjas, o a las de la tía Petra que, desde que el Caprasio se fue a Barcelona,
casi nunca salía de la casa.
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¿Sabe usted? Por aquí hace muchos años hubo uno
de su tierra y era muy trabajador.
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¿Ah, sí? ¿Y en qué trabajaba?
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No sé.
Ambrona
tiene un museo paleontológico, cielo azul; tierra ocre, Arbujuelo; en Esteras nace
el Jalón y Ventosa del Ducado se desmorona abandonada. Medinaceli no se ve
desde la carretera. Arriba, al subir la cuesta, su triple arcada se asoma a una
pendiente. No hay nadie en la Plaza Mayor y las sombras avanzan hasta su
mediación.
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¿Usted también viene a ver lo de los romanos?
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Sí. Y otras cosas… Le digo que voy a todos sitios
y a ninguna parte. Se desconcierta…
No se
ve a nadie por los campos. Páramos yertos. Sequedad. Por aquí, en otros tiempos
anduvieron personajes que contaban a los caminantes que “cuando el diablo está
satisfecho, también es buena persona”. Yo no tuve la suerte de encontrarme con
ninguno, pero se lo leí a Avelino Hernández y es de justicia decirlo así.
Transitar
por estos campos es ir en compañía de la soledad y el silencio. Balan en la
lejanía las ovejas, pero hay que echarse a un lado de la autovía – la autovía
de Navarra – para escucharlas. Levantan nubes de polvo. Se camuflan los pueblos
en un mimetismo total con la propia tierra. Cantan los tordos en las choperas
del soto a orillas del Izana.
Antes
de partir, el Evelio me recomienda: tome chorizo y el pan de hogaza que pueda y
beba en todas las fuentes…
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Me voy para la tierra de Gomara…
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Procure que no le pille por allí el cierzo en
invierno…
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