27 de
julio, miércoles. Ya pintan, ya pintan… y es que, entre Virgen y
Virgen, – el Carmen y la Asunción – siempre apuntan ellas. Antes cuando las
variedades autóctonas no habían cedido paso a las otras, a las que llegaban de
otras tierras, competían tiempo y mesa con ciruelas, sandías y melones. Ahora,
la oferta en el mercado es tan extensa que casi no han desaparecido a lo largo
del año, pero con estas, las del tiempo de la calor, no hay quien pueda.
Madrugan los mirlos para sus
visitas mañaneras. Ya amanece un poco más tarde y no es de día antes de las
seis y media. El sol apunta con sus primeros rayos por las Lomas de Cucú cuando
el reloj ha pasado con creces las siete. Es más, les diría que casi ‘y media’…
Ya se sabe, la traslación de la tierra y esas cosas que nos enseñaban en la
escuela.
Las uvas de mesa vienen antes
que las uvas de vino. Septiembre es mes de vendimia. En la Axarquía, esa tierra
bendita a la que el hombre ahora saca productos subtropicales además de la uva
moscatel, esas lágrimas como los suspiros del amor, se comenzaba a recolectar
bien entrado agosto…
Entonces sí vendrán los ajoblancos como tienen que ser y no con
esas – iba a poner algo políticamente no correcto – mamarrachadas que han inventado en la nueva
cocina. Cualquier día nos encontramos “ajoblanco con pringue colorá”. ¿No me
creen? Al tiempo. Hace unos – tengo
testigos, tomé uno con helado de aguacate… A mi amigo, que fue el pagano, por
cierto, lo sangraron y bien. (No hace falta decir que nosotros éramos los únicos
comensales del restaurante).
Están las parras con los
racimos a pedir de mano. Es la tentación. Están como en aquel momento cuando el
Lazarillo iba por tierras de Almorox, en compañía del ciego y deciden dar
cuenta, junto a un vallado, de un racimo regalado. Tratan de comer en armonía,
pero tras la mudanza de propósito…
-
Lázaro, engañado me has…
-
Y ¿en que lo conocisteis vos? replicó el pillo
-
En que yo comía de dos en dos y tú callabas…
Están para eso, para comerlas
de dos en dos, de tres en tres… Están a pedir de mano y a pedir de mirlos
tempraneros que saben mejor que nadie cómo van en su grado de azúcar…
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