12 de
julio, martes. Manuel Machado, al que no sé por qué razón se
le quita el ‘don’, y siempre se le concede a su hermano Antonio, escribió un
poema delicioso sobre las ciudades andaluzas. A cada una le dio una pincelada
original. Un distintivo que podían tener las otras, pero que en ella se
acentuaba de una manera irrefutable…
No es cuestión – se conoce en
demasía – de repetir los versos. Me quedo con el último. No le dio nada y se lo
dio todo. Solo dijo: “…y Sevilla”. En el poema puso el punto y final; en la
imaginación colocó todo lo que uno quiera añadirle.
Yo a veces pienso en la Sevilla
de Rinconete y Cortadillo y el patio de Monipodio y aquel Arenal - ¡Arenal de
Sevilla! – que veía ir y regresar los galeones de América. A veces, cuando
analizamos la situación de hoy, olvidamos que de aquellos polvos vienen estos
lodos. Casi todo está inventado.
¿Quién se acuerda del consejo:
“tú roba cuanto puedas, y reparte a muchos, que luego es imposible recogerlo y
todos por la cuenta que les tiene, callarán”.
A mí me gusta más otra Sevilla.
Me gusta la Sevilla del misterioso barrio de Santa Cruz – tópico a un lado – y
de don Miguel de Mañara, y del río que besa las dos orillas que viene, como los
toros buenos arrancado de lejos y va a entregarse en Sanlúcar…
Me gusta la Sevilla de Juan de
Mesa con ese Cristo Crucificado, el Cristo de la Clemencia en la capilla de los
Cálices en la Catedral, y ante Él solo cabe decir: “Dios mío, Dios mío…” porque
hay obras ante las que uno se queda sin palabras.
Dicen las malas lenguas que
cuando Dios estaba haciendo el mundo y tenía todas las maquetas sobre una mesa,
Dios se fue un rato a descansar y el demonio como es tan malo, tan malo, a
escondidas se introdujo en la habitación. Se fue a la maqueta de Sevilla y
rompió la manilla de la ventana que da vista al infierno y que ahora, de vez en
cuando, cuando llega el verano, va y la entreabre y claro como la manilla está
rota, por allí se sale todo el calor del infierno y no hay manera de contenerlo…
A eso en Sevilla lo llaman verano ¡Hay que ver las cosas que algunas veces
pasan!
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