jueves, 28 de julio de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La calle de entonces

 


Calle Erillas. Álora (Málaga). La primera, a laderecha, con dos balcones, mi casa...


28 de julio, jueves. La primera infancia del niño huele a calle Erillas. El niño nació en el Callejón. Pasado un tiempo, le pusieron un nombre más rimbombante y lo llamaron Veracruz. El niño nació por encima de la baranda frente a la barbería de Andresito.

Vivió allí hasta que murió su padre. Aún no había cumplido tres años cuando se lo llevó un maldito tifus…, y, entonces, se trasladaron a la calle Erillas. Una calle larga, con personalidad que tiene varios tramos. Uno, de una sola acera; en la medición, a la izquierda, una calzada; y al final, una cuesta empinada desde donde se ve El Hacho pero que solo pueden hacerlo los que se llegan hasta allí.

Su infancia huele a vecinos entrañables. A un lado, Juana, mayor y gruesa, con el pelo recogido en un rodete, sentada en un sillón con reposabrazos. Paca, Mateo y Joaquina…y Paquito, hermano electo. En su casa había una llave de la mía; al otro, Inés y sus hijos y Dolores, su hermana que era soltera; enfrente, el Maestro Paquirri y Pepa y Juana y Alonso que tocaba en la rondalla y Beli…

Un día el niño comenzó a darse cuenta de las cosas. Su madre, le dijo:

-         Cuando murió tu padre, “el Sordo”, no abrió la taberna, que estaba enfrente, a pesar de ser víspera de feria en señal de respeto, para que lo sepas…

-         Sí, mamá…

Otro día, le contó, que el hermano de Jeromo, “el Meíno”, ató su pañuelo al asa de la caja de tu padre para que nadie le quitase el sitio a su hombro porque era su amigo, para que lo sepas…

-         Sí, mamá…

El niño sabía que cuando iban a la huerta, preguntaba:

-         Papá, ¿cuándo me vas a coger en los hombros?

-         En la punta…

-         ¿Y dónde está la punta? preguntaba.

Y, entonces, su padre se ponía en cuclillas y decía:

-         Aquí mismo…

Mañana harán setenta y tres años que al niño se le fue su padre. El niño notó la ausencia de la mano a la que asirse y se refugió en el calor de los besos de quienes se sentía querido. La calle Erillas olía entonces, a niñas jugando a la rueda en las tardes de mayo y a partidos de fútbol con dos piedras como postes cuando no había bestias amarradas en las rejas…

 

 

 

 

 

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