domingo, 10 de julio de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. España desconocida: Ciudad Rodrigo

 

      


10 de julio, domingo. A Ciudad Rodrigo se llega desde Portugal por el puente Nuevo, que cruza el Águeda entre árboles de ribera. El río nace en Navasfrías y hace frontera con Portugal y…; desde Salamanca por entre encinares y dehesas, mohedas y pastizales.

La tierra es ondulada y suave. Ciudad Rodrigo está en un promontorio. Mira al río. Es un hito casi en la mediación del camino entre Salamanca y Fuentes de Oñoro. Desde la lejanía parece una pincelad ocre – como los pueblos de La Toscana, pero sin cipreses – en los confines del Campo Charro; en la proximidad, una ciudad cargada de historia por su posición y por su gente. Ciudad ideal: tiene Obispo y no tiene Gobernador Civil, pues eso… Desde los campos de Camaces, Yeltes, Argañán, Agadones o Robleda, se acude a resolver problemas del quehacer diario.

Junto al río la vega es fértil y se siembra de hortalizas y frutales que, en los meses de invierno, parecen árboles muertos. Luego en primavera, la eclosión de la vida los torna llenos de colorido.

La ciudad es recoleta y no es grande, recia y fuerte. De ese color propio que solo tienen las tierras viejas con mucho arte encima. Encerrada tras sus murallas, se abre al campo por siete puertas – precisamente, siete – que horadan la muralla y que se llaman ‘del Sol’, ‘de Santiago’, ‘de la Colada’, ‘de San Vicente’, ‘de Amayuelas’ y ‘del Conde’. (Y me falta una, pero no anoté el nombre).

 El cielo se ve tras las cúpulas del Sagrario, de la Catedral, por las cúpulas del convento de las Descalzas o por la torre del homenaje del castillo que Enrique II de Trastamara mandó construir sobre otro anterior y en ruinas y que siendo una, parecen dos superpuestas.

La plaza Mayor es magnífica; las calles, estrechas y entrecortadas. Conventos con sabor añejo, tapias de adobe o de piedra. ¿Qué se encierra detrás de los tapiales de los conventos? Se puede pensar lo que se quiera. La realidad, la que es.

Puede que en alguna calle tengan una puerta entreabierta. Se adivina el trabajo primoroso en oro y plata de filigraneros que labran con golpes secos y acompasados, mientras suena una música lejana en una radio olvidada. Tañe una campana y la tarde, poco a poco, extiende sus sombras alargadas y enigmáticas. España desconocida. Tan olvidada y tan al alcance de la mano…

 

 

 

 

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