Ladrillar. Las Hurdes (Cáceres)
14 de
julio, jueves. Las imágenes – como las de todos los incendios
- son pavorosas. Se lucha denodadamente. La impotencia contra la adversidad que
ocasiona la naturaleza, es enorme. El viento, la noche, el calor, el terreno
quebrado…
Las Hurdes están al norte de la
provincia de Cáceres. Hacen límite con Salamanca. De hecho, Ladrillar donde el
rayo de una tormenta seca ha provocado la tragedia, porque cuando un paraje
natural tan extraordinario, arde es una tragedia, está casi a tocar de mano de
tierras de Ciudad Rodrigo…
Hace unos años pasé por allí.
Estuve por la mañana en el corazón de las Hurdes. En La Fragosa pregunté y
obtuve la respuesta seca que me espetó un hombre, que con el cabestro sobre el
hombro, era seguido por un mulo cano cargado de leña: “aquí los caminos lo
hacemos para nosotros y para las bestias”.
En Casar de Hurdes tomé algo en
un bar que orillaba la carretera al cruzar el pueblo. Desde Ladrillar hasta las
Mestas tuvimos – iba acompañado – una experiencia sobrecogedora. De pronto, en
el borde de la carretera vimos salir una figura como de un pope, enorme de
estatura. Llevaba una cruz que pendía de un cordón sobre el pecho. Apareció y
desapareció de momento. (Una noche, en un programa de Iker Jiménez habló de esa
figura…).
En Las Mestas hurdanas me
llegué donde el tío Cirilo, que vendía polen de flores libado por las abejas de
las Batuecas o de Las Hurdes, que nunca se sabe hacia dónde vuelan las abejas,
o si simplemente se dejan que las lleve el viento. Pero eso sí, siempre vuelven
a la misma colmena.
Cantaba un gallo detrás de una
tapia; se espulgaban dos perros. Compré miel, caramelos y “ciripolen”; pedí una cerveza y tasajos. Es buena también la cecina
y el queso agrio de cabras que pastan por estas sierras. Son animales duros. Se
adaptan al terreno.
A media tarde en la sierra
cantaba el cuco. El río – el río Batuecas – seguía su curso. Lleva el agua
clara, limpia. En las orillas crecen sauces y alisos. Sabía que estaba en una
tierra donde dicen que cuando Cristo dio las tres voces, no lo oyó nadie,
porque no había nadie. Estaba gusto, muy a gusto, pero había que seguir camino…
Ahora arde una parte de
aquellas tierras. Las imágenes de la vegetación calcinada sobrecogen el alma.
Tierra luchadora…
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