jueves, 14 de julio de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Arden Las Hurdes

 

                         


               Ladrillar. Las Hurdes (Cáceres)


14 de julio, jueves. Las imágenes – como las de todos los incendios - son pavorosas. Se lucha denodadamente. La impotencia contra la adversidad que ocasiona la naturaleza, es enorme. El viento, la noche, el calor, el terreno quebrado…

Las Hurdes están al norte de la provincia de Cáceres. Hacen límite con Salamanca. De hecho, Ladrillar donde el rayo de una tormenta seca ha provocado la tragedia, porque cuando un paraje natural tan extraordinario, arde es una tragedia, está casi a tocar de mano de tierras de Ciudad Rodrigo…

Hace unos años pasé por allí. Estuve por la mañana en el corazón de las Hurdes. En La Fragosa pregunté y obtuve la respuesta seca que me espetó un hombre, que con el cabestro sobre el hombro, era seguido por un mulo cano cargado de leña: “aquí los caminos lo hacemos para nosotros y para las bestias”.

En Casar de Hurdes tomé algo en un bar que orillaba la carretera al cruzar el pueblo. Desde Ladrillar hasta las Mestas tuvimos – iba acompañado – una experiencia sobrecogedora. De pronto, en el borde de la carretera vimos salir una figura como de un pope, enorme de estatura. Llevaba una cruz que pendía de un cordón sobre el pecho. Apareció y desapareció de momento. (Una noche, en un programa de Iker Jiménez habló de esa figura…).

En Las Mestas hurdanas me llegué donde el tío Cirilo, que vendía polen de flores libado por las abejas de las Batuecas o de Las Hurdes, que nunca se sabe hacia dónde vuelan las abejas, o si simplemente se dejan que las lleve el viento. Pero eso sí, siempre vuelven a la misma colmena.

Cantaba un gallo detrás de una tapia; se espulgaban dos perros. Compré miel, caramelos y “ciripolen”; pedí una cerveza y tasajos. Es buena también la cecina y el queso agrio de cabras que pastan por estas sierras. Son animales duros. Se adaptan al terreno.

A media tarde en la sierra cantaba el cuco. El río – el río Batuecas – seguía su curso. Lleva el agua clara, limpia. En las orillas crecen sauces y alisos. Sabía que estaba en una tierra donde dicen que cuando Cristo dio las tres voces, no lo oyó nadie, porque no había nadie. Estaba gusto, muy a gusto, pero había que seguir camino…

Ahora arde una parte de aquellas tierras. Las imágenes de la vegetación calcinada sobrecogen el alma. Tierra luchadora…

 

 

 

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