viernes, 22 de julio de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El lío.

España limita a Norte con el Pe ene uve; Amaiur; Aralar y Herri Batusuna; abertzales; socialistas y conservadores del pe pe que dicen que siempre ganan en Vitoria, menos cuando se coaligan otros pocos, y los echan fuera. Y con el Bidasoa y el Urumea...

Y, frente a la Isla de los Ratones con un mar abierto, y por ahí, ¿sabe usted?, me decía un viejo una tarde de  curso de verano en la Menéndez Pelayo, se puede ir a siete mares diferentes. En el Paseo de Pereda, un busto de alguien que ni se llamaba Jorge ni se apellidaba Sepúlveda  le decía a Santander: “guarda mi corazón que por el volveré”.

Y, Peñas en Asturias. La Asturias de montes verdes y ríos cortos que bajan hasta el mar; y Taramundi, y picos que dan sombra al Cares y a Cangas, y… a ese lugar donde Antonio Miguel Albajara pensaba en sus tarde de gloria con el Sponting.

España limita, también, con la mar océana donde se acaba la tierra y las brumas suben asidas de las manos de brujas que llaman meigas, y caimadas, y morriña de Luar na Lubre y Rosalía y Luz Casal que al pasar por Camariñas… ¡Ya se sabe!

Y España se baja a tierra de cabezos y al mar por donde  dicen que el sol se va,  cada tarde, camino de América. En ese mar de  niñas morenas que ven cómo se asoman las  estrellas a las playas de Punta. Niñas de ojos color de miel; de sueños como los que tuvo Juan Ramón que dijo que  Platero era… ¡de algodón!

Y ve a África al otro lado del estrecho, demasiado largo para los que huyen del hambre, la miseria y la pobreza. Creen que llegan a una tierra prometida, y … ellos  no saben de un Cristo que, cada noche de Viernes Santo, viene de Triana y cruza por el puente.


España limita al Este con el mismo mar donde Ulises se amarró al mástil para no escuchar cantos de sirenas, o sea, de independencia… Y el niño delante de un mapa de hule ya no canta que Castilla la Vieja tiene ocho provincias; ni Murcia son dos: Albacete y Murcia, ni las tablas de multiplicar, ni ríos, ni montes con el puntero en la mano…¡Cuánto han cambiado los límites de España! ¡Ay, Dios, el lío! 

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