Nació, en Madrid, a finales del XVI; no se sabe ni lugar, ni fecha de su muerte. Se
barajan dos sin certeza de cuál puede
ser la verdadera. María de Zayas Sotomayor es la escritora más importante del
barroco español. Sus obras se reimprimen hasta la mediación del XVIII.
La inquisición - ¡qué cosa más rara en un país donde
la prohibición y el acogotamiento de las ideas de los otros es casi deporte nacional! – dijo que hasta allí
se había llegado. La verdad que a ella eso le importó poco. Llevaba ya muchos
años criando malvas.
Hija de un noble segundón, capitán de infantería y
caballero de Santiago que trabajó para el conde Lemos. A María le benefició. Los
viajes por el oficio de su padre siguiendo al conde, le enriquecieron. Vivió en Nápoles, Zaragoza,
Madrid y Barcelona. Y, posiblemente, también, en Sevilla y Granada. Para una
mujer y en aquel tiempo esa formación no era lo más normal.
En Zaragoza publicó la primera parte de Novelas
ejemplares y amorosas. Cervantes le influencia en el aspecto moralizador; Bocaccio, en la estructura de su obra. Si en
Florencia fue la peste la que origina el Decamerón, en la obra de María son
unas ‘cuartana de Lisis’.
Es una predecesora del feminismo. Dicen que por los
desengaños sufridos en su propia vida su antimachismo era exacerbado. Otros, lo
atribuyen a un aspecto de denuncia hacia el trato y la opresión que sufren las
mujeres de su tiempo…
España, en caída libre; la decadencia, generalizada.
La religión impuesta con calzador. Hace estragos. Los rezos y silicios no
remedian la ruina que sobrevuela por
encima de sus cabezas. Nobles arruinados; pillos en la calles; hampa y miseria.
Un cuadro para echarse a correr.
Ahí, en esa
España, surge la talla de María de Zayas. El propio Lope de Vega la alaba.
Escribe con soltura y desenfado; no es una mojigata. Aborda los temas con un
estudio de los personajes femeninos. Le sobra valentía en sus denuncias: “Y.
¿cómo sabrá ser honrada la que no sabe en qué consiste serlo?” Lo preguntaba
María, María de Zayas…
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