Él sigue ahí. En su hornacina de arenisca dando
nombre a la calle; la gente pasa, mira y ve. Sobre su cabeza, corona de rey; la
mano izquierda, sostiene una espada. Bien ganado los títulos con los que lo
bautizó la Historia: “Justiciero” y “Cruel”. El destino le reservaba un puesto
en la leyenda.
Nació en Burgos; la muerte le salió al camino en el
Campo de Montiel; contaba 35 años. Fue
hijo de Alfonso XI de Castilla el que llevó la frontera hasta Hardales (entonces
se escribía asçin) y de María de
Portugal.
El padre murió de peste en el cerco de Algeciras.
Tuvo mores - el padre -, con Leonor de
Guzmán de la que dijeron que “era en fermosura la mas apuesta mujer que avia en
el Reyno” (o sea, tenía buen gusto). Llevaba consigo un montón de apellidos
ilustres y un hijo bastardo, Enrique, el que acabó con Pedro en el Campo de
Montiel.
Niño enfermizo en el cuerpo y en la mente. Su vida,
un desastre. Líos por todos sitios. Enfrentamiento entre las facciones de nobleza y la reina; los bastardos, los
posibles herederos y todos los aspirantes
a la conspiración.
Los amores, una constante en su vida: Blanca de
Borbón, María de Padilla, Juana de Castro, María González de Hinestrosa, Teresa
de Ayala, Isabel de Sandoval… La leyenda, también, puso lo que pudo.
Esbozado recorría Sevilla. No aclara la leyenda el
‘porqué’. ¿Faldas? Una noche mató al hijo del conde de Niebla. Un mal encuentro;
barrio de la Alfalfa. Una vieja lo ve en la oscuridad.
El rey promete impunidad. La vieja le coloca un
espejo ante su cara. “Ahí tienes al asesino”. Manda colocar una caja en una
hornacina en el lugar del crimen. Se vigila día y noche. Se abrió ya muerto el
rey y apareció su busto labrado.
Revueltas. Marcha a Toledo. En el Campo de Calatrava
lucha con su hermano Enrique. Duguesclin
ve que Pedro está a punto de apuñalar Enrique. Les da la vuelta: “Ni quito ni
pongo rey, pero ayudo a mi señor”.
El cronista López de Ayala dejó escrito: “grande
cuerpo, é blanco é rubio”, “ceceaba, “muy cazador”, “dormía poco é amó mucho a
mujeres”, “codicioso de allegar tesoros y joyas” “é mató muchos en su Regno por
lo cual vino todo el daño”. Ustedes, mismos.
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