¡Cuántos recuerdos! Julio; curso de verano, Ciudad
Real; gente de media España consumíamos horas nocturnas en los bancos del
parque… “no te olvides nunca”. Yo no te he olvidado; de ti, desde aquel día…
El Express de Madrid salió de Málaga al filo de la
media noche. Cruzó en la oscuridad una tierra conocida con la luz del día pero,
a esas horas, todo eran sombras.
Negritud en los túneles; negritud en el campo. En la distancia parpadeaban
algunas luces.
En Bobadilla, primera parada. Un hombre con un
farol; uniforme usado; una gorra con
visera, en la cabeza; el andar, cansino y rutinario; una porra larga de hierro
y un golpeo contra las ruedas o contra
algo metálico. Rompía el silencio de la estación. Sonaba y se perdía. Era
algo lejano y agudo.
Las ventanillas abiertas. La marcha del tren en
aquel entonces nos parecía que era muy superior a los trenes que nosotros
usábamos. Era un tren que marcaba diferencias. Era el tren de las grandes
distancias que unía ciudades lejanas.
De madrugada, la campiña cordobesa, olía a mies segada; a
rastrojo y a parvas en las eras; a campo achicharrado por el sol de la tarde.
El Guadalquivir, por Alcolea, jugaba al escondite con la vía. Olivares por
Montoro, por Andújar, por Linares-Baeza…
Un tren transversal: Manzanares-Puertollano, máquina
de vapor, paisajes escapados de los cuadros de Benjamín Palencia, con el sol de
la mañana nos dejó en Ciudad Real. Clases intensas; mañanas de horarios
continuados. Los profesores venían a decir que todas las materias eran
importantes; la suya, más. Atletismo y competiciones; pistas de ceniza;
zapatillas nuevas. Cronos y estadísticas.
Miguel Ríos recordaba “aquel agua tan fría” y aquel río. No lo dice Miguel. Era el
Bullaque por Piedrabuena. Seguro. Tom Jones llenaba con su voz enorme, desde
una máquina del bar, las tardes de piscina. Luego…¡ay, luego! Tinto barato y
peleón. Teníamos los bolsillos tan vacíos de dinero como llenas las alforjas de
ilusiones.
El parque era el ágora y el escape; lo mejor del
día… Todo tuvo su fin. Una chica morena en el borde del andén; un vestido
blanco; un viaje de vuelta; barba de un mes y en el envés del billete de
cartón, escrita una leyenda: “no te olvides nunca”. Yo no te he olvidado; de
ti, desde aquel día…
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