Emilio Romero fue director del Diario Pueblo. Pueblo era el periódico de los
sindicatos verticales. Pueblo era
algo así como el azote consentido (que no es lo mismo que con sentido) del
final del franquismo. Todo periodista que se preciaba tenía a gala haber pasado
por Pueblo.
Su director era todo poder. Lo ejercía desde la
calle Huertas, sede del periódico. En los pueblos - que no tenían nada que ver con el Diario, por supuesto - solo veíamos el
teatro que se emitía desde TVE. Estudio 1 llevó mucho teatro a las casas de
España cuando solo había una cadena y emitía en blanco y negro.
Emilio Romero escribió: Las ratas suben a la ciudad. Una representación simbólica de dos
ciudades, la de arriba y la de abajo, la de los ricos y la de los pobres. Es
una semblanza de la corrupción – no hay nada nuevo bajo el sol – en su versión
clásica de afortunados y desesperados.
Miguel Delibes es una
de las cuatro patas en que se sustenta la novela española – Cervantes, Galdós y
Baroja, las otras tres -. También ejerció el periodismo. Valladolid era la
ciudad donde se editaba El Norte de
Castilla; Delibes, su director.
En 1962 publicó una de sus grandes obras: Las ratas. Es la historia de la miseria
en algunos pueblos de Castilla. Castilla
de arroyos secos en estiajes y girasoles bientraídos en alguna crecida. Él
conocía la tierra y sabía de la gente que la habitaba. El ambiente rural aflora
en la evocación del autor que, además certifica la muerte de muchas de las
cosas que le rodean.
Dice el periódico que
las cloacas de Madrid hierven de ratas. Son otras ratas. Asquerosas,
nauseabundas. No pueden acabar con ellas. Son bichos inteligentes que se las
saben casi todas y tienen muy desarrollado el sentido de la supervivencia.
Hay otras ratas. La
radio y los telediarios dan información: la cosecha es abundantísima y
generosa. Andan a bocados unas contra otras. ¿La culpa? El veneno del sillón.
Bueno el sillón no tiene veneno; no. Tiene parné, mucho parné… Demasiado.
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