jueves, 28 de julio de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ratas

Emilio Romero fue director del Diario Pueblo. Pueblo era el periódico de los sindicatos verticales. Pueblo era algo así como el azote consentido (que no es lo mismo que con sentido) del final del franquismo. Todo periodista que se preciaba tenía a gala haber pasado por Pueblo.

Su director era todo poder. Lo ejercía desde la calle Huertas, sede del periódico. En los pueblos  - que no tenían nada que ver con el Diario, por supuesto - solo veíamos el teatro que se emitía desde TVE. Estudio 1 llevó mucho teatro a las casas de España cuando solo había una cadena y emitía en blanco y negro.

Emilio Romero escribió: Las ratas suben a la ciudad. Una representación simbólica de dos ciudades, la de arriba y la de abajo, la de los ricos y la de los pobres. Es una semblanza de la corrupción – no hay nada nuevo bajo el sol – en su versión clásica de afortunados y desesperados.

Miguel Delibes es una de las cuatro patas en que se sustenta la novela española – Cervantes, Galdós y Baroja, las otras tres -. También ejerció el periodismo. Valladolid era la ciudad donde se editaba El Norte de Castilla; Delibes, su director.

En 1962  publicó una de sus grandes obras: Las ratas. Es la historia de la miseria en algunos pueblos de  Castilla. Castilla de arroyos secos en estiajes y girasoles bientraídos en alguna crecida. Él conocía la tierra y sabía de la gente que la habitaba. El ambiente rural aflora en la evocación del autor que, además certifica la muerte de muchas de las cosas que le rodean.

Dice el periódico que las cloacas de Madrid hierven de ratas. Son otras ratas. Asquerosas, nauseabundas. No pueden acabar con ellas. Son bichos inteligentes que se las saben casi todas y tienen muy desarrollado el sentido de la supervivencia.


Hay otras ratas. La radio y los telediarios dan información: la cosecha es abundantísima y generosa. Andan a bocados unas contra otras. ¿La culpa? El veneno del sillón. Bueno el sillón no tiene veneno; no. Tiene parné, mucho parné… Demasiado.

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