viernes, 15 de julio de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. A la mar, maera

Rafael de León, sevillano nacido en la misma calle que Manuel Machado, compuso un romance a ‘La Lirio’. Habló de cafés de marineros y de la mar que va de Cádiz a Almería y de niñas morenas con penas encerradas muy adentro y…

Se han echado al rebalaje los pueblos costeros. Los ha convocado la Virgen del Carmen. A la Virgen de la mar, en el atardecer del día dieciséis de julio, o sea, en su festividad la procesionan por tierra; la embarcan y, luego, la traen sobre embarcaciones de pescadores que son los que realmente saben de ella en medio de las tempestades y los temporales.

“A la Virgen cirios y a la mar, maera” que decía la copla. Viene sobre una jabega, y donde  entregan  las olas su espuma, los hombres echan pie a tierra y la Virgen  sale de la mar.  Viene escoltadas por otras barcas y por música de caracolas y…

El mar cambia de color cuando declina la luz y “se torna verde, verde azulado, de un color verde revoltoso” que dice una amiga mía, para contraponer los colores del crepúsculo con encajes de pespuntes de vainica doble y nácar de olas.

Está la tarde de marengos en la playa, y niñas de ojos grandes y jazmines en el pelo; está la tarde de hombres con la cara curtida por el salitre y manos encallecidas de tirar del copo; está la tarde de evocaciones y recuerdos.

Y me acuerdo de mi entrañable, mi querido Paco Rengel, que me llevó una tarde hasta la orilla de la mar de El Palo y luego, con otro amigo común, José María Martín Urbano, supimos lo que puede esa fe despreciada por los ‘doctos’, y que llaman ‘fe del carbonero’. Bendita fe de todos los carboneros.


Por el horizonte van otros barcos. Son grandes barcos. ¿Irán para Almería? ¿Irá para Cartagena? Nadie lo sabe. Solo los veo perdidos, en la lejanía, entre esa bruma que sube cuando la luz se va. Parecen quietos;  están en movimiento, como está en movimiento, hacía ti, mi querido Paco, el recuerdo.

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