lunes, 25 de julio de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El hombre

El hombre tenía la cara surcada por dos hendiduras profundas curtidas en el sol del estío y en el frío del invierno. El hombre era de edad madura; ligero de carnes. Estaba pegado a la tierra hasta ser casi mimético con ella. No se sabía si él era más tierra o  si la tierra era más hombre…

El hombre barruntaba los aires. Sabía si corría levante o poniente; si habría blandura de madrugada para arrancar los garbanzos o si era de esos días de dejar las gavillas en la haza. Cuando soplaba el aire de arriba, el hombre sabía que ese día, si estaba nublado, se llevaría las nubes y no caería ni gota…

El aire de arriba, también, traía frío en febrero y heladas que arreciaban al amanecer cuando despuntaba el día: “Que es cuando más frío hace…” y en las siestas de verano el terral hacía que las chicharras reventaran en ese agitar de sus alas en la desesperación de horas muertas.

El hombre conocía las yerbas: la jara era el ungüento apropiado cuando los anterrollos hacían ‘matauras’ en las bestias; la miera purgaba a las cabras. Las trompetitas del diablo reventaba a las vacas; las ovejas se esquilaban en mayo y que cuando apretaba la  calor se acarraban porque las amodorraban.

Cuando el lubricán apuntaba se le echaba una pastura a las yuntas que se echaban al campo cuando el lucero del alba brillaba con más fuerza antes de esconderse por el Monte Redondo. El pan para las sopas se migaba antes del  mediodía cuando se echaban las sombras entre el cuchillo y la cruz del Hacho.

En los días de otoño había señas que no fallaban casi nunca: si El Hacho se ponía la mantilla o se echaba la puente, o sonaban ‘los cañones de Rota’  había que dar cumplimiento al refrán: el agua estaba encima.

El hombre conocía si de noche los perros ladraban a otros perros, a los zorros que bajaban de la sierra o si era a alguien que pasaba por el camino. Sabía cuando venían los vencejos, las golondrinas y los abejarucos, y cuándo se iban las tórtolas…


Y de la luna, y de todo lo que enseñaba el libro en el que había leer para saber en el campo.

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