Andaba yo por
facebook a esa hora de la tarde que dice que se acerca el momento de colgar el
artículo y tú no has escrito ni una línea. Andaba yo por facebook como algo
desamparado de las musas que se fueron a
tomar café y como se encontraron a gusto, no habían vuelto. Andaba yo por…
Y veo una playa. Arenas suaves. Y, un mar azul casi sin
olas. Y, un cielo de nubes altas que más que nubes son cirros que deben estar
tan perdidos como yo. Vamos, que ven que pasa el tiempo y que no saben dónde
les va a pillar la noche.
La arena tiene rizos. Los dejaron las olas de la pleamar cuando
subió, hace un rato, y se acercaron al rebalaje. En primera línea el color del
agua de celeste claro; casi transparente. El agua está quieta; las olas rompen
más lejos…
En primer plano hay una foto con una chica. Lo llena todo. Es la protagonista
de la foto, de la playa, de la tarde. Es una chica joven. Posa y no le hace
caso – o puede – al viento que juega con sus cabellos.
Viste informal. Unas botas marrones, altas, protegen los gemelos; llegan casi
hasta las rodillas. Son las botas adecuadas para andar por las arenas. Pantalón
azulado; suéter marrón combinado con algo blanco. Una bufanda de color crudo, le arropa el cuello.
El viento arrastra
los cabellos negros – porque la chica es morena – hacia su cara. Los cabellos
son largos y finos; le tapan los ojos;
difuminan los rasgos de la cara. Se intuyen pero no se ven los ojos, la nariz,
el perfil de sus labios.
La chica tiene los brazos extendidos: dejados de caer. Los
dedos de su mano izquierda están abiertos. Don Gregorio Marañón decía que todos los
personajes de los cuadros de El Greco que mostraban la mano abierta era gente
generosa y con especial sensibilidad. Si lo decía él…La chica estaba
despeinada. ¡A ver, qué remedio!
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