domingo, 1 de marzo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Despeinada

Andaba yo  por facebook a esa hora de la tarde que dice que se acerca el momento de colgar el artículo y tú no has escrito ni una línea. Andaba yo por facebook como algo desamparado de  las musas que se fueron a tomar café y como se encontraron a gusto, no habían vuelto. Andaba yo por…

Y veo una playa. Arenas suaves. Y, un mar azul casi sin olas. Y, un cielo de nubes altas que más que nubes son cirros que deben estar tan perdidos como yo. Vamos, que ven que pasa el tiempo y que no saben dónde les va a pillar la noche.

La arena tiene rizos. Los dejaron las olas de la pleamar cuando subió, hace un rato, y se acercaron al rebalaje. En primera línea el color del agua de celeste claro; casi transparente. El agua está quieta; las olas rompen más lejos…

En primer plano hay una foto con  una chica. Lo llena todo. Es la protagonista de la foto, de la playa, de la tarde. Es una chica joven. Posa y no le hace caso – o puede – al viento que juega con sus cabellos.

Viste informal. Unas botas  marrones, altas, protegen los gemelos; llegan casi hasta las rodillas. Son las botas adecuadas para andar por las arenas. Pantalón azulado; suéter marrón combinado con algo blanco. Una bufanda de color crudo,  le arropa el cuello.  

 El viento arrastra los cabellos negros – porque la chica es morena – hacia su cara. Los cabellos son largos y finos;  le tapan los ojos; difuminan los rasgos de la cara. Se intuyen pero no se ven los ojos, la nariz, el perfil de sus labios.


La chica tiene los brazos extendidos: dejados de caer. Los dedos de su mano izquierda están abiertos. Don Gregorio Marañón decía que todos los personajes de los cuadros de El Greco que mostraban la mano abierta era gente generosa y con especial sensibilidad. Si lo decía él…La chica estaba despeinada. ¡A ver, qué remedio!

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