“Dijéronme
- escribió Santa Teresa - grandes bienes de la tierra, y con razón, que es muy
deleitosas y de buen temple”.
Llegó
la santa y dio en llevar a cabo fundación por 1575, y les concedió el
privilegio de ser primero de cuantos conventos se fundaron en Andalucía.
Porque
es camino de entrada, Beas se llamó Vías de Segura. Es municipio poblado
- ahora el que más de la Sierra
- desde antiguo, y si por demás, entre que tuvo y tiene (que al tiempo y al
hombre les sobra capacidad de destrucción) palacio, el de los Sandovales del
XV; conventos de franciscanos y clarisas, iglesias y edificios civiles y
archivos que se avienen a decir de la feracidad del lugar donde el pan no fue
escaso y la naturaleza generosa en facilitar subsistencias..., pues la
aclaración para muchas dudas es obvia.
Por
el puente Mocho - más de dos mil años viendo pasar bajo sus arcos las aguas del
Guadalimar - se fue Santa Teresa, después de la fundación, camino de Sevilla.
Por San Marcos, en abril, corren un toro ensogado: símbolo y seña en toda la
Sierra. Y, en todo tiempo, un aceite que es gloria bendita. Excelente.
Desde
la campiña los olivares se arraciman y doblan sus ramas cuando la aceituna está
en sazón; el río Beas lleva sus aguas al Guadalimar y, si se remonta por la
Sierra – la Sierra de Segura, claro – entonces es el placer de la naturaleza:
pinos piñonero, negrales y carrascos; encinas; quejigos y coscojas; romeros,
genistas… Eclosión, vida, regocijo, exuberancia…
En
su suelo hay sellos del paleolítico, y del neolítico, y de los romanos, y de
los iberos, y de los muslimes... Y, otras señas, de otros hombres. Ya se sabe:
de todo hay en la viña del Señor.
Vuélvete
sobre tus pasos. Otra vez caminas con el río que caracolea con la carretera.
Árboles de ribera marcan el rumbo a seguir. La tierra de labor se abre a ambos
lados...
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