Ya no es preludio. Ya está aquí; dicen los que saben, que
vino ayer en el tren de la mañana. Clivias y calas; rosales que brotan a
borbones; yemas de las parras reventando; margaritas en los bordes de los
caminos... Ya está aquí.
Por si alguien lo duda solo hay que salir a la calle. A ver
quien tiene bemoles de abrir un paraguas con lo que está cayendo. Aires
revueltos que “despeinan las palmeras” se encargan en decir, a los que no se
habían enterado, que la primavera solo es placentera y y sosegada en la mente de los poetas.
La borrasca ha entrado por Cádiz. Ha dejado agua en media
España – a la otra, parece que no le hacía tanta falta – y ha puesto el campo
precioso. Todo es de un terciopelo verde subido como si quisiera echar un pulso
al mando de la Esperanza.
Se han abotonado de morados los pimpollos del almoradux; están
llenos los olivos de tallos tiernos; ha florecido el romero y viene ese perfume
que únicamente trae la primavera y vuelve a las noches sensuales. Luego,
vendrán los jazmines y a las biznagas cuando llegue mayo.
Todo es un canto a la vida que se abre. Todo es un anuncio
de frutos que nacen, que madurarán cuando llegue – que llegarán las calores – y
madurarán cuando septiembre, que no se quiere quedar atrás, huela a nardos y a
vino nuevo y a aceitunas de verdeo.
Esa renovación de la sangre hace que la calle se ponga a
competir con el campo y ya saben aquello de don Manuel Machado: “Todas las
primaveras / tiene Sevilla / una nueva tonada / de seguidillas; / nuevos claveles / y niñas que, por mayo / se
hacen mujeres”.
Don Manuel, y Sevilla y Málaga con las brisas que suben de
la mar y Álora con caserones desvencijado entre cerros verdes y Moguer que
recuerda a Juan Ramón… Porque ya no es preludio. Ya está aquí. Vino ayer…
No hay comentarios:
Publicar un comentario