domingo, 22 de marzo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitacora. Frigiliana

Frigiliana es pueblo morisco.

Cuando llegas, si vienes de Torrox por la Loma de la Lastra, bordeando El Fuerte, es pincelada blanca con la sierra de Almijara de fondo; si te vas, mirador, según hora y día, sobre un mar envuelto en niebla, azul profundo, o reverberación plateada; depende de la hora.

Si gustas compararlo con los vecinos de enfrente, a mi me recordó a Chef Chauen pero con menos agua o a Alhucemas, blanco y de terrazas planas, pero más tortuoso y quebrado.

Frigiliana ha sacado su historia - y la de la tierra de Bentomiz, que para el caso es lo mismo - a la calle, y en mosaicos  artísticos cuenta, para quien disponga de tiempo de pararse a leerlos, parte de los avatares sufridos.

Guerras de moros y cristianos; de sublevaciones y avasallamientos; del apropiarse por parte de unos de lo que correspondía a otros, que naturalmente defendieron con uñas y dientes.

Doce mosaicos colocados, en lugares estratégicos, por Antonio Navas, a quien su pueblo rinde tributo en placa de cerámica y lo nombra Hijo Predilecto –pero ya tarde, a título póstumo -  dan cuenta de los hechos.

Si, como yo, preguntas quién fue el tal Antonio Navas, al igual, te encuentras con la respuesta:

-‘Un hombre bueno que hizo mucho por su pueblo’.

Se trata de una recopilación de textos de Mármol y Carvajal, Hurtado de Mendoza, Guillén Robles, Vázquez  Otero, Caro Baroja, del propio Navas Acosta, del Marqués de Mulhacén, Pérez de Hita, García Millán,  o el fragmento del discurso de Martín Alwacir..., hasta un total de doce.

O lo que es lo mismo, te dan a leer fragmentos de la “Rebelión y castigo de los Moriscos”, “La Guerra de Granada”, “La Batalla de Frigiliana”, “Guerras civiles en Granada”...


Frigiliana está a medio camino entre olas de nácar y la sierra. Es un abanico de flores y brisas; cal blanca y amabilidad de la gente; mucho cielo azul y la mar de frente…

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