Hablar de política, con la que tenemos encima, produce el
mismo efecto que hablar de mantecados el día de Año Nuevo: empacho. ¡Dios, cómo
está el patio! Probablemente había más decencia, vergüenza y honradez en aquel
en que Monipodio despachaba en el Arenal sevillano del Barroco.
Se las andan algunos Medios de Comunicación en el cobro de
facturas ‘pendientes’. No dejan títere con cabeza y mandan – o quieren mandar
- a algunos a eso que los griegos del
siglo de Pericles, o sea de los griegos que no tenían nada que ver, pero nada
que ver, con estos, al ostracismo. Más empacho.
Hay, también, un rebrotar de actividades cuaresmales. Mejor;
cofradieras. Tienen la agenda repleta. No encuentran un huequecillo donde
colocar su cartel, su pregón, su exaltación, su ‘besamano’, su presentación del
que va a presentar al pregonero del
cuarto de bordado del estandarte del siglo XVIII que han pasado a un terciopelo
nuevo… Empacho.
¿Se ha enterado alguien que el Madrid - el Real de Madrid, vayamos…- pasa una crisis
de juego? Es que en este país llamado antes España pasan unas cosas que antes
no pasaban. Desde luego con Franco, algunos, vivían mejor. Otros, tenían,
entonces y, ahora: empacho.
Dicen que un determinado partido político, emergente, que
tiene las virulencia como las alergias en primavera, o sea, que vienen con
rapidez y ahogando, se parece mucho al planeta Marte. ¿Y, eso? Sí hombre, me
dicen: rojo, muy rojo, muy rojo y sin vida inteligente: empacho.
Al Ebro le sobra agua. Bueno, al Ebro, precisamente; no. Le
sobra a los que por vaya a usted a saber qué intereses – no hay que ser muy
lince para que se escapen qué intereses eran – se opusieron a regulaciones,
trasvases, pantanos, dragados, limpiezas… Empacho.
¿Qué quieres, cuentan que le dijeron al gallego, que te
demos y a tu vecino le daremos el doble? Y el tío, muy pancho él, va y dice:
que me saquen un ojo. Casi hay que desistir de ver los telediarios, de
sintonizar algunas cadenas de TV, de leer algunos periódicos, de alejarse de
según qué programas de radio. Hay empacho; demasiado empacho.
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