viernes, 27 de marzo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Senhor da Pedra

  
                       
La roca surge entre un encaje de espumas blancas. La roca es compacta y sólida; maciza. Está lamida de  soportar temporales. La roca está allí desde siempre. El océano; también. Es abierto; de horizontes lejanos, de aguas profundas. Se confunden cielo, horizonte y mar…

Dice la leyenda que sobre ella, se conjuraban las brujas. Venían de las profundidades o de lugares dispares de la  tierra o  vaya a usted  a saber de dónde. Era el lugar de cita. Ni cerca ni lejos de la costa. En su sitio.

Se piensa que también en aquel lugar los pueblos precristianos reverenciaron a los dioses de la naturaleza. Eran los dioses que mandaban en las nubes y en las olas; en los vientos y en las brisas; en el mar y en la tierra; en las tempestades y en los temporales.

Un día las olas del océano trajeron sobre el nácar de su espuma flotando un Cristo. Nadie supo de su procedencia. Lo depositaron sobre la roca y lo dejaron allí. Los pescadores lo vieron como algo milagroso.

Decidieron levantarle una iglesia. Sobre la roca, cada noche, aparecía una luz. Los vecinos de Gulpilhares, en el Concejo de Vila Nova de Gaia, lo vieron como un mensaje del cielo indicando el sitio preciso. Le dieron forma hexagonal. Era el lugar que el Cristo que había traído el mar pedía para Él, y  para recibir su culto.

Dice la tradición que la capilla del Señor de Piedra es tanto de la mar como de la tierra. Vista desde el mar, al divisarla en la lejanía, es un punto de referencia para los pescadores que trasiegan en sus faenas. Faro y guía; desde la tierra, un punto de peregrinación para la gente que acude a la llamada de su magia.


El océano, a veces, se pone bravo, tempestuoso e imponente; otras, al caer la tarde,  el cielo se arrebola de nubes caprichosas. Van para alguna parte, y las olas se tornan espumas blancas que besan la peana rocosa donde está el Señor de Piedra….

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