La chica se sentó en la terraza de unas de las cafeterías
que están junto a la catedral católica de Málaga. Por la calle corría una brisa
suave, refrescante. Por esa calle siempre sube la brisa que viene del mar. Los tejados
no dejaban bajar el sol hasta el asfalto. La fachada de la catedral estaba
resplandeciente. Los rayos de sol de la tarde le daban un color especial.
La chica pidió un café.
-
Un café con leche fría, por favor, le dijo al camarero que se acercó
hasta su mesa.
El camarero era un muchacho joven, con pinta de
universitario que se ayuda con algo de dinerillo extra. Un mandil blanco le cubría desde la cintura
hasta un poco por encima de las rodillas. Vestía camisa blanca, zapatos negros…
En las otras mesas la gente hablaba cordialmente, sin prisa.
La chica abrió el bolso. Instintivamente de la pitillera sacó
un ‘Camel Blue’, lo encendió y se acordó de su hijo mayor que ya le daba
consejos:
-
Fumas mucho; demasiado, mamá…
Esbozó una sonrisa para sus adentros. Miró el cigarrillo y entornó los ojos. Expulsó
un chorro de humo al aire. La chica tenía unos labios preciosos. Suavemente
retocados de rojo, como sus uñas, con delicadeza, con primor. La chica recordó
cuando aquel primer beso en el portal entre la penumbras de la noche que
llegaba. De aquello hacía mucho tiempo…
Pasaba la gente indiferente. Hablaba entre sí; otros,
caminaban más de prisa. Había quien estaba en la calle porque iba a alguna
parte o quien la ocupaba porque en algún sitio había que echar la tarde.
La chica barajaba la idea que le atormentaba. Se preguntaba
a sí misma. No encontraba respuesta. Su interior bullía, pero tenía la
serenidad para saber qué hacer en cada momento. Y lo hacía. Volvía a preguntarse.
Se contestaba entre caladas profundas al cigarro. Las respuestas… Le dolían
tanto las respuestas que no llegaban como los silencios que no se iban.
La chica se sentía sola. El reloj de la torre de la catedral
dio una hora. La chica no sabía que en otra parte de la ciudad él, también,
estaba tan solo como ella. Él no tenía un cigarrillo entre los dedos, ni un café, ni estaba sentado delante de la
fachada de la catedral católica de Málaga.
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