martes, 30 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La chica del parque

                              

La chica cruzaba por debajo de los árboles del parque. El paseo era largo y casi no se divisaba el final.  La lluvia caída durante la noche lo había sembrado de hojas secas. El viento las arrastraba, alocadamente, de un lugar a otro y, de vez en cuando, caían algunas gotas perdidas en la copas de los árboles.

Un amigo le había recomendado: escucha, cuando puedas, a Gloria Lasso, en ‘Luna de miel’. La chica, que era muy joven, no sabía ni quien era Gloria Lasso, ni Rafael de Penagos que había escrito la letra, ni Mikis Theodorakis que había compuesto la música. Caminaba, ligera, bajo la arboleda del parque y pisaba las hojas secas.

La chica tenía unos ojos preciosos, unos cabellos negros largos y finos que casi le sobrepasaban los hombros y una contractura muscular en el cuello que le hacía sentir dolor en todo el cuerpo. Por su cabeza rondaba aquel comienzo de la canción: “nunca sabré  cómo tu alma, ha encendido mi noche…”

Se cruzó con gente que iba y venía. Hombres con corbata y enchaquetados, mujeres con prisa, algunos estudiantes camino de la Facultad, que estaba un poco más allá, sólo un poco más allá, al otro lado de la arboleda.

Era temprano. El día se abría con un montón de problemas que aguardaban. En su mente aparecía, de pronto, como un resorte que no se llama, otra vez la letra y la voz maravillosa de aquella otra mujer, Gloria Lasso: “nunca sabré el milagro de amor, que ha nacido por ti…”

En la mediación de parque, el quiosquero levantaba las compuertas que servían de ventanucos, rompía el silencio y procuraba vaciar el agua acumulada en las lonas de los toldos. Dentro de un rato, cuando al parque llegasen los turistas se acercarían como clientes.


La chica veía al quiosquero todos los días, casi sin saludarse, se decían algo en silencio… La chica pensó: a mí, también, me han roto; tendré que recomponerme porque: “nunca sabré en qué viento llegó este querer”. Cuando llegó al final del paseo, giró, cruzó el semáforo y se perdió entre la gente que iba y venía.

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