martes, 16 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Guardia Civil caminera

                                 

Venían por el camino con el capote chorreando agua.  La lluvia empapaba la tierra. Debían pesar aquellos paños, tan largos, una barbaridad. Recorrían el campo. Iban dos; siempre, dos. Uno, decían, era el jefe de pareja. Llevaban una cartera de cuero negra, grande y colgada en bandolera; en el hombro un arma: el mosquetón…

-Niño, como seas malo vienen los civiles.

Y, el niño que no era malo sino traviesillo, se asustaba. Los veía que subían despacio hacia la casa, uno junto a otro, y al niño, le pasaba por su cabecilla inquita una película de posible ‘fechorías’. Siempre tardaba un tiempo, que parecía eterno, en que comprobaba que los civiles iban en otros menesteres.

De la cartera sacaban un libro, con las pastas de cartón gruesas. El libro era grande, pautado y sobre los reglones unos encabezamientos que no leía nadie, pero dónde ponía, lugar, hora de la visita, personas que había en la casa y…

-Morales, le decían a mi abuelo, la firma.

Y mi abuelo firmaba, al final, en un recuadro donde daba fe que la pareja había estado allí en el momento que se decía. Mi abuela, porque en el campo siempre se le echaba un café a las visitas, les ponía unas tazas y algo para seguir camino…

Pasó el tiempo y, luego, venían a caballo. Eran caballos briosos, fuertes, lustrosos. Los guardias a caballo parecían más distantes. Eran hombres de carne y hueso, también. Recorrían parte del término y el lugar convenido podría haber algún jefe esperando y comprobaba…

Cambiaron aquellos caballos por otros de motor. Fue la perdición del campo. Se perdió desde entonces la Guardia Civil de campo. Ver ahora a la Guardia Civil en el campo es porque ha pasado algo. No van por los caminos. Dicen que el Duque de Ahumada los fundó para vigilar las zonzas rurales. Eran otros tiempos. Pero…


Ahora cuando se ven motorizados por la carretera imponen un respeto… O sea, miedo y si te paran, apaga y vámonos. La literatura se encargó de darles palos; los sanguinarios asesinos, muerte. Quienes tenían que defenderlos casi los han vendido (lean, lean la prensa); el pueblo llano piensa en la Guardia Civil que impone respeto sí, y da seguridad en los caminos.

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