Cuando algo no tiene explicación el pueblo llano que es
sabio halla respuesta: “el sino, sería el sino” y lo dicen y pretenden seguir
hacia adelante. El sino tiene la culpa de muchas cosas, como los fantasmas que
conviven con nuestros sueños, como las meigas, como ese no sé qué que no
sabemos…
No es el caso. No. Mónica era una flor que abría a la
primavera, a la meteorológica que tocaba en su puerta y, a la de vida. Una tarde, una mala tarde, Mónica
tuvo la llamada de ese más allá que nos marca, inexorablemente, desde el día en
que nacemos.
Maldito canal aéreo, malditas puertas que no estaban
cerradas, malditos candados abiertos, malditos alambres oxidados, maldito cemento
pasado... Maldito todo lo que sea maldecible, pero más maldita, aún, la desidia
humana, la irresponsabilidad, la incoherencia…
Cuando se produce un accidente inevitable: no se encuentran
las palabras; cuando pudo tener evitarse, entonces, hierve la sangre por dentro
y sin decir nada, porque no hace falta, se sabe que eso, además de un
contradiós, es una canallada…
Y, entonces, en la lucha interior hay muchos porqués sin
respuesta. Se busca refugio. Me viene a mano la letra del Maestro Alcántara:
“Si otros no buscan Dios / yo no tengo
más remedio: / me debe una explicación”.
Parece que los políticos – algunos políticos – ahora dan
largas cambiadas con fechas, con promesas incumplidas, con falsas ilusiones… a
los padres de Mónica. Están en lo suyo. Lo hacen a las mil maravillas. Son
insensibles al dolor y a cuanto hunde a esta familia.
Claman los padres de Mónica. Piden Justicia. Pueden hacer
suyos aquellos versos del profeta: “Oh, vosotros que pasáis por el camino,
mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor”.
No lo hay, Alonso, no
lo hay. Justicia y paz para Mónica, para Mónica Gómez, que así se llamaba, y para todos las Mónicas
del mundo que estén en situaciones similares ahora que el viento de otoño saca
a las hojas de su sitio.
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