Acaricia el viento los arrayanes. En la Bib-rambla se mecen
rosas blancas, ajadas, que apuran verano. Se columbran las nubes. Encaran
camino a otras cumbres. La plaza de las Pasiegas huele a espliego y a especias,
y a tomillo y azufaifas; el sol de la tarde dora las piedras de la catedral,
suena lejana una campana…
Preludia Granada otoño que se viene por las choperas del
río. “Corriendo van por la vega / a las puertas de Granada / hasta cuarenta
gomeles/ y el capitán que los manda”. Son otras guerras. Por la cuesta de
Gomérez bajan los turistas que subieron a pie a la Alhambra.
Dardean los suspiros por el Paseo de los tristes. A un lado
los muros enigmáticos de la fortaleza; al otro, una fila de puertas cerradas,
balcones y celosías, conventos, tenderetes que venden a la gente que pasa camino
del Albaicín. Albaicín de San Nicolás y San Miguel, de patios con jazmines y
buganvillias en las tapias…; en medio del Darro.
No trae, el río, el agua tan fría de la Fuente del Avellano
que vendía Antonio Molina, ni derrames de aquellas huertas del Generalife
cercano. “El moro que a mí me labra / cien doblas ganaba al día” Si tú
quisieras Granada…
Lo cantó Lorca. Sabemos,
que sí bajan de la nieve al trigo, que lleva, el Darro, llanto – la sangre, se
la puede quedar el Genil – y amores que se pierden por el aire, y rumor de
surtidores en los cármenes cerrados… y todo, todo lo que dijo Federico.
Preludia Granada otoño. Gorjean los estorninos en los
plátanos desmochados de la Plaza de la Trinidad. A tiro de piedra la Facultad
de Derecho y San Juan de Dios: primero,
el pobre y, luego: también. Así desde hace casi quinientos años…amor
limpio y cristalino como el agua de la Fuente del Avellano… Por otoño volvió
San Juan de Dios a Granada, y el viento,
que zurea por las torres de la Alhambra.
Gracias por llevarme un ratito por Granada con tu palabra clara y otoñal. Desde Alharin de la Torre, compartiendo gustos y amigos en común.
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