La Montaña, o sea Santander, además de tener un paisaje
hermoso, idílico y casi de ensueño, se entretiene de vez en cuando de soltar
personajes de talla que sobresalen, con mucho, a todos los contemporáneos que
los rodean.
A Pereda – José María de Pereda – lo ‘conocí’ cuando de
muchacho devoraba hasta los prospectos de las cajitas de los medicamentos. Las
horas de la madrugada llegaban y yo me las andaba con Peñas arriba. Luego, cuando pude, hice el mismo camino desde el
Puerto de Colombera hasta San Vicente de la Barquera. Era casi reencontrarme
con los sueños de juventud.
Don Marcelino Menéndez Pelayo era lo había que estudiar. Sí
o sí. Algo suyo caía en los exámenes finales y tanto don Andrés García como don
Rafael Vela que sabían más de Menéndez Pelayo que él mismo, te miraban con lupa
lo que escribías y… “a ver, dígame,
dígame usted por qué escribe Marcelino y no don Marcelino…¿desde cuándo le
vienen esas confianzas…?”
Don Ángel Herrera llegó a Málaga en un momento crucial. Era
la época de posguerra. Los maquis en la sierra y demasiado luto en muchas
casas. Málaga pujaba por salir de situaciones de pobreza extrema en los barrios
de El Bulto, San Andrés, las cuevas del Ejido…
Al campo no llegaba la Escuela. Las Escuelas rurales
vinieron de su mano. Radio Nacional retransmitía, para toda España, sus
homilías de misa de una en la Catedral. Su labor pide un estudio por
especialistas profundos. Ah, y referente a los maquis, don José María Ortega,
párroco de Ubrique y don Antonio Ruiz Pérez que atendía Behamahoma, por
entonces, pudieron haber dicho tanto… ya es tarde.
La muerte de Botín ha desenmascarado a mucha gente. Han
saltado las envidias como los plomos en noche de tormenta. A este hombre no le
han perdonado ni las virtudes. Debe ser porque es uno de los hombres grandes que vienen de vez en
cuando. A Don Jacinto Benavente –que no era montañés -, le dijeron un día:
-
Tal crítico anda hablando mal de usted.
-
¡Qué raro, no recuerdo haberle hecho un favor
nunca!
Algo de eso puede que haya
ocurrido con don Emilio. Su muerte ha dejado entrever muchas cosas…
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