sábado, 13 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las cuatro patas del banco


                               

La Montaña, o sea Santander, además de tener un paisaje hermoso, idílico y casi de ensueño, se entretiene de vez en cuando de soltar personajes de talla que sobresalen, con mucho, a todos los contemporáneos que los rodean.

A Pereda – José María de Pereda – lo ‘conocí’ cuando de muchacho devoraba hasta los prospectos de las cajitas de los medicamentos. Las horas de la madrugada llegaban y yo me las andaba con Peñas arriba. Luego, cuando pude, hice el mismo camino desde el Puerto de Colombera hasta San Vicente de la Barquera. Era casi reencontrarme con los sueños de juventud.

Don Marcelino Menéndez Pelayo era lo había que estudiar. Sí o sí. Algo suyo caía en los exámenes finales y tanto don Andrés García como don Rafael Vela que sabían más de Menéndez Pelayo que él mismo, te miraban con lupa lo que escribías y…  “a ver, dígame, dígame usted por qué escribe Marcelino y no don Marcelino…¿desde cuándo le vienen esas confianzas…?”

Don Ángel Herrera llegó a Málaga en un momento crucial. Era la época de posguerra. Los maquis en la sierra y demasiado luto en muchas casas. Málaga pujaba por salir de situaciones de pobreza extrema en los barrios de El Bulto, San Andrés, las cuevas del Ejido…

Al campo no llegaba la Escuela. Las Escuelas rurales vinieron de su mano. Radio Nacional retransmitía, para toda España, sus homilías de misa de una en la Catedral. Su labor pide un estudio por especialistas profundos. Ah, y referente a los maquis, don José María Ortega, párroco de Ubrique y don Antonio Ruiz Pérez que atendía Behamahoma, por entonces, pudieron haber dicho tanto… ya es tarde.

La muerte de Botín ha desenmascarado a mucha gente. Han saltado las envidias como los plomos en noche de tormenta. A este hombre no le han perdonado ni las virtudes. Debe ser porque es uno  de los hombres grandes que vienen de vez en cuando.  A Don Jacinto Benavente  –que no era montañés -, le dijeron un día:

-          Tal crítico anda hablando mal de usted.

-          ¡Qué raro, no recuerdo haberle hecho un favor nunca!


Algo de eso puede que haya ocurrido con don Emilio. Su muerte ha dejado entrever muchas cosas…

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