martes, 2 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La leyenda del beso

                                

En 1924, Soutullo y Vert estrenaron en el Apolo de Madrid la Zarzuela de ese nombre. No pensaron que, años después, sería emblema de música enchida de ternura y de romanticismo; tampoco, intuirían que un grupo, Mocedades, ayudaría mucho a su difusión, aunque con un título menos sugestivo: “Amor de hombre”…

Fue más cruel la ranchera; fue más lejos Chavela Varga: “en el tren de la ausencia me voy / mi boleto no tiene regreso / lo quieras de mi te lo doy / pero no te devuelvo tus besos”. Y hablaba también, con voz aguardentosa de tequila y ron, de  nubes llevadas por el viento, de rabia y gotas resecadas…

Desde el istmo de Tehuantepec en Oxaca en México vino aquella canción lastimera y triste. La cantó el mundo entero: “Dos besos llevo en el alma, llorona/ que no se apartan de mí, / el último de mi madre / y el primero que te dí”.

Desconozco la veracidad de la anécdota. Dicen de Jorge Negrete que oscureció la visita de Fleming a Madrid. Coinciden,, en la llegada a la estación y la gente que le debía tanto a la penicilina no conocía a su descubridor. La multitud se va, casi en volandas con quien cantaba aquellos de: “un beso de tus labios me provoca / por uno de tus besos moriría…” ¿Hay quién dé más?

Uno de los pasajes tétricos, símbolo de la traición, tiene muy pocas palabras y una pregunta sin respuestas. “¿Con un beso entregas la Hijo del Hombre”. Caía la noche cerrada sobre Getsemaní; flotaban hálitos de tragedia; la brisa de Nisan movía los tallos de los olivos.

Dicen que el beso es la correa de transmisión que va de un alma a otra; que es algo único al que solo supera el suspiro. No sé si fue como consecuencia del desencanto de Noviercas. Lo elevó a sublime Bécquer: “por una mirada, un mundo; / por una sonrisa, un cielo; por un beso… yo no sé qué te diera  por un beso”.


PD. Si alguien tiene la tentación de escuchar, cuando llegue al final de la lectura, cualquiera de las piezas citadas…; si además, lee a Bécquer, miel sobre hojuelas.

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