jueves, 8 de mayo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. De gloria y Oro

                                              

La tarde no estaba de malva y oro, ni de percales, ni lentejuelas, ni capotes de paseo con aires recamados, ni de clarines que rompen con ese sabor especial de Maestranza como, sólo, lo hacen en Sevilla. La tarde estaba para mandar a la enfermería a un hombre y lo mandó.

El hombre se llama David Galván. Tiene aires salineros de la bahía de Cádiz y pinta de ángel escapado de cualquier cuadro de la pintura del Siglo de Oro. Lo conocí una tarde que sí apuntaba a primavera, a campo en sazón, a flores a voleo, en Fuente Ymbro. Precisamente un toro de allí, se lo ha llevado por delante aquí.

Ricardo Gallardo tomaba notas; a un lado Barbeito – que era quien me había llevado – al otro, uno que abre los oídos y escucha y escucha. Tientan Padilla y Galván. Becerras bravas, con encaste… Meten los riñones. Los maestros opinan; abro los ojos;  los vuelvo abrir y, a veces, pienso: “pues es verdad que existen los Reyes Magos”.

Dicen los tópicos que el Giraldillo se asoma al albero que traen de Alcalá cuando le place; que el río mueve la brisa cuando quiere y, dicen, los que saben, que el arte hace mucho tiempo que vive en La Maestranza pero  que, miren por dónde, entre unos pocos se han empeñado en aburrirlo y echarlo. Verán lo que hacen.

Se han empeñado algunos ganaderos en sacar toros como quien saca doradas de las piscifactorías. No se van a vestir de gloria y oro. Enmudecen los clarines: Se fueron Romero y Ordóñez; Belmonte y Joselito; se fueron leyendas…


Habla el parte médico de la trayectoria, de muslo perforado por el pitón, de operación en la enfermería, de hospital. David tiene sitio en el cartel del domingo en Madrid. Alguien cuenta que los toreros se recuperan antes que nadie de una herida. ¡Suerte, Maestro!

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