Los niños de la calle aquella eran como todos los niños del
pueblo, pero diferentes. Jugaban como todos los niños pero siempre tenían
ocurrencias que a otros no les venían ni por asomo y, además las llevaban – o intentaban
– llevarlas a buen término.
Una tarde de verano, calor tórrido, asfixiante y todo en
calma tuvieron una idea genial. De la alacena de la abuela, una señora mayor,
enjuta y enlutada, tomaron un bote vacío de melocotones en almíbar que alguien
había llevado como regalo cuando su hermana tuvo anginas.
Dicho y hecho. Subieron por las Chozuelas. Una vez coronada
la calle, giraron a la izquierda, y por la calle del Puerto enfilaron camino a
la sierra. En La Viñuela nuevo giro y tomaron subida por la jerriza hasta el
Hachuelo.
Dejaron atrás la tierra de labor. Los olivos estaban ya con
la aceituna como pezoncillos de muchacha adolescente y, con el sol de retirada
de la tarde ofrecían unas sombras escuálidas, raquíticas, si a aquello podía
llamarse sombra.
Coronaron el Hachuelo. El pueblo ya se veía abajo, encalado
y silencioso apurando las últimas horas de una siesta larga como un día sin
pan, lenta como un centrocampista argentino, interminable como los días de
escuela…
Con pericia levantaban las piedras. ¡Aquí hay uno! Con dos
cañitas, con mucho cuidado, y atacando por los flancos, lo cogían y, a la lata…
¡Otro! y ¡Otro…! Anduvieron medio cuchillo de El Hacho…. El bote casi hasta
arriba.
Bajaron gozosos, tan de puro gozo que casi se les secada el
sudor. Había que repartir el botín. Antes
de llegar al mercado de abastos, en la esquina con Cantarranas, conforme se bajada la Chozuela,
en la puerta del Cuartel y en el cruce de la calle Carmona – porque casi todos
vivían en la misma calle o en el cuartel, sobre la solería de rellano …
El Guardia de Puerta los ve agolpados, hechos un ovillo…
“Niños, ¿qué tenéis
ahí?”
-“Na, alacranes”
Salto atrás del guardia sin saliva.
“¡Qué…! La madre que os parió…
-“Na, alacranes” ¿Qué importancia tenía para ellos esos bichos?, no cabe duda que solo eran objeto de captura y diversión; si conocieran como se las gastan...
ResponderEliminarMe ha gustado tu corto relato. Cordial saludo
Lo que se vive de niño no se olvida nunca en la vida.
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