miércoles, 21 de mayo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Una tarde con Leonardo




Subí – porque Leonardo tiene el estudio en esos lugares que dicen que están más cerca del cielo que del suelo- una tarde soleada de mayo.  El mar se presentía cercano. Huele a pintura fresca, a paquetería que va camino de Reus donde expondrá dentro de unos días, a cajas que esperan otros destinos, a lienzo que copan testeros.

Chorrean agua los grifos en los lienzos de maestro; se ajan las rosas: rojas, violetas, amarillas… en vasos de cristal como  los que había sobre los veladores de las señoritas de entonces cuando esperaban a quien había de venir con chaqueta de hilo crudo, corbata de palomita y zapato negro; a jazmines, blancos, diminutos, ensoñadores.

Piden unos labios sensuales las uvas de sus cuadros. Uno piensa en las mozas morenas de trenzas largas y pelo lacio. Ponían estampas a las cajas de pasas antes del destino hacia aquellos países tan lejanos. Los llamaban Países Bálticos.  No los  había visto nadie pero todos sabían que hasta allí llegaban los barcos de Heredia.

Es fruta de boutique – de boutique de la fruta si es que existe, claro -  la que Leonardo Fernández lleva a sus cuadros: peras, manzanas, rubíes arrancados a la granada, guindas y  cerezas, ciruelas, sandías, castañas de la Serranía. Es fruta de perfume. Se escapa e invita al pecado de los sentidos a quien mira, ve, observa se recrea en el cuadro.

¿Ves? Y me muestra – acaba de terminarlo – la última obra. Es el puesto de la castañera de la plaza de La Merced… Y me cuenta que él cuando vivía en Tomás de Cózar fue niño en aquella plaza. Llovía aquella mañana, la gente refugiada bajo un paraguas, las gotas chorreaban por el cristal de una ventana desvencijada. No ha podido con el paso del tiempo…


Son sus patios de siempre, sus mosaicos rotos de siempre, sus lebrillos estañados de siempre, sus chorros de agua continua que rebrinca y, luego, rebosa la orza pequeña…pero ahora, recogidos de una manera diferente porque el maestro está  espléndido. Hemos pasado un rato juntos; he dado tarde libre a los sentidos. Cosas que pasan.

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