A mi amigo, Pepe Díaz que, también, sabe de estas cosa.
Con la primavera venían los nidos. Los jueves, por la tarde,
era jornada de descanso en la escuela. El niño
-con otros niños - se las andaba por las huertas, por las cercanías del
río, por los olivares, por las faldas de El Hacho… Los niños lo andaban todo.
Por la manera del nido, por el sitio, por el tiempo…, sabían,
conocían e identificaban a casi todos los pájaros del contorno ya fuesen de la huerta o de la campiña. Cada uno tenía su
estilo, su lugar, su época.
Por febrero venían las abubillas, golondrinas, las tórtolas
y vencejos; por abril, el cuco. Algunos pájaros se iban cuando llegaba el
otoño. Entrado el verano, los abejarucos ponían mucho color de plumas rojas,
azules, amarillas y verdes en las cárcavas y el piar nervioso en las horas de
la siesta; las tórtolas, el arrullo.
Sabían que los más ‘calientes’ son los chamarines: a finales
de febrero, si el año venía bueno, ya tenían el nido hecho; los jilgueros
anidaban cerca de las casas y las lavanderas debajo de los puentes; los mirlos,
en los encuentros; la alondra y la perdiz, en el suelo.
Sabían que los gorriones –meten mucha broza- anidan en los
tejados; debajo de los aleros, los vencejos; las golondrinas en las vigas de la
cuadra o en las cámaras a donde no solía llegar casi nadie; las alondras en los
trigos.
Los nidos de tórtolas, son destartalados, con palitroques
atravesados. Malamente hechos; primorosos los de verderones, jilgueros,
chamarines (casi todos los pajarillos pequeños) son pájaros artistas; grandes –
más grandes que los de los otros pájaros- los de los mirlos.
Conocía también las palabras para el momento: empollando,
echada, güero, aburrido, pataletes,
volantones o, si se había volado, porque le había llegado su momento.
Entonces algunos pajarillos nuevos no se la andaban muy lejos de donde habían
nacido. Los pájaros de ayer. Un poeta – Juan Ramón – dijo seguirían cantando.
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