viernes, 23 de mayo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Una nutria en La Albina

                        

Era a media tarde. Los niños llegaron azorados. Hablaban todos a la vez, se pisaban las palabras, se atropellaban en la exposición porque todos querían ser el primero en anunciar una noticia tan sorprendente, tan insólita, tan fuera de sitio como la que estaban dando.

-          Maestro, hemos visto una nutria en La Albina. Era grande, se escondió cuando nos vio. Se metió debajo  del agua. Nos quedamos quietos y luego, asomó, otra vez, porque nosotros estábamos en silencio. ¡Es verdad, maestro, es verdad!

Los niños tenían los pelos ya secos del agua pero las puntas mojadas por el sudor. El sudor brotaba porque era verano y porque la fiebre interior de algo tan poco corriente los hacía a ellos protagonistas de primera línea.

-          A ver, tranquilidad. Uno, a uno.

-          Maestro, estábamos en el bañaero que hay debajo del eucalipto grande, el que está al otro lado del vado de la Calerilla, donde el “Nini” tenía amarrado el potro aquella tarde que tú ibas por el río…

Los niños contaban la aventura. Los niños no mentían. La había visto. Si era en la realidad o en su fantasía infantil no se sabrá nunca, porque decían que tenía unos bigotes largos, que era de un color muy oscuro y que nadaba muy rápida y ¡de pronto¡ se perdió.

En la Nerisca de Lería emprendimos la búsqueda. Orillamos el río. De los cañaverales – porque íbamos con mucho sigilo, para no espantarla – salían asustados los mirlos de agua sorprendidos por la presencia de la gente que nos las andábamos en su coto.

En las cañas, de enfrente, en las que bordean las tierras del Barón, se metieron, una pata y una cría de patitos; seguían raudos a la madre. Vimos algunas garcetas; bajaban los pájaros buscando las ramas altas de los árboles para pasar la noche.

Junqueras y cañaverales, adelfas, maleza… Los niños tenían muy abiertos los ojos y miraban y miraban la corriente del agua que, un poco más abajo de lo de Paco se remansaban y, en otros,  hacía chorrera… Subimos hasta el puente de Paredones. Vino la noche…


-          Maestro, que es verdad, que es verdad que la vimos…

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