Siempre la pintaban con una guadaña en un prado segando
flores. Siempre iba vestida de negro, con una cara horrorosa y de muy mala
pinta. Siempre actuaba, de manera indiscriminada, sin conocer a nadie y a
cualquier hora…
Se ha vestido, para la ocasión, de amarillo, y en la mano
llevaba el volante de una máquina retroexcavadora; en la otra, un microbús.
Estaba en un prado, sí. El prado extenso de la Comarca de La Serena, cruzado
por la carretera que pasa por Puerto Hurraco y va, desde Castuera a
Monterrubio.
Dicen, los que saben, que La Serena con un clima extremado
(más de 43º en verano y, a veces, hasta -4º en los días de invierno) tiene una
vegetación especial de espinos, cardos y avenas. Alimenta a las ovejas merinas y
se refleja en su leche. ¿Consecuencia?: un queso exquisito, huntoso, único. No
se da en ninguna otra parte de España…
Ahora, resulta que La Serena tiene también otras
producciones: “cannabis y cocaína”. El cannabis procede del Himalaya y la
cocaína de los Andes colombianos. De tan lejos y llegan – a
otras partes de España, también- a La Serena. Los jóvenes y – menos jóvenes, 37
años cuenta el periódico que tiene el conductor de la retro- buscan la
felicidad en su consumo.
En la carretera larga, como larga va a ser la pena de las
familias, de los amigos, de los vecinos de estos muchachos, se ha apostado la
muerte una tarde de primavera. El sol ya se iba. En la tierra, lavada por la
erosión, la pizarra silícea se hace puntiaguda. Es intransitable. Es una tierra
que parece que “produce piedras”.
Esta vida está llena de contrastes: en Castuera rezan a la
Virgen del Buensuceso; en Moterrubio, a la de Consolación. Puerto Hurraco se sacude
de la losa de un recuerdo durísimo en la España profunda y, desde ahora,
Monterrubio tiene otra. Otra más. Es el
resultado – “no pasa nada”- de faltarle
al respeto a unas normas de circulación.
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