A José María González,
ferroviario.
Acuñó la copla aquello del “chacachá del tren” y hablaba de
un expreso que iba a Lisboa. ‘Mocedades’ lo volvió a grabar. En los trenes
expresos – que hacían largos recorridos – viajaban los ricos; los pobres usaban
el correo, el ‘mixto’, el ‘rápido”…
Andrés Dobarro, tuvo un éxito grande con “O tren”. Cantaba al tren que lo acercaba
a Galicia, y cruzaba los campos de su verde tierra y el río Sil – “El Miño
lleva la fama y el Sil el agua”- cargado
con la ilusión del que vuelve…
Tenía el tren olor y sabor propio. La máquina de vapor
disparaba miles de chispas ardiendo de carbón mineral. El fogonero alimentaba
la caldera para que el agua hirviese y, vapor,
y presión y luego…, el tren
surcara los campos con un pitido largo y agudo.
España estaba cruzada (no sé quién lo escribió, pero ¡qué
acierto!) por esas cremalleras largas, sin término y con pocos remaches. Los
pueblos estaban más cerca, y los trenes iban o venían –todo es cuestión de
hacia dónde se mira- por las noches, al amanecer, a esas horas del día donde
parece que se para el tiempo.
Cuando de madrugada, llegaban los trenes, a la estación de
Alcázar –Alcázar de San Juan – se partían. Los que iban para Madrid o los que
enfilaban a Levante. Subía un hombre con un canasto grande; recorría los
pasillos y despertaba a los viajeros, entreabriendo la portezuelas de los
departamentos, con una voz pregonera: “tortas
de Alcázar”… Fuera hacía frío.
Resuena, el recuerdo, el cuchillero de Albacete. La estepa
manchega blanca por la escarcha mañanera y el hombre que transita, junto a las
ventanillas, por el andén, con un blusón largo, con el primer botón abrochado –
como la gente de Alhaurín cuando vendían ajos por los pueblos- y caído, de bolsillos grandes: “navajas de Albacete”.
En Astorga, también, subía un vendedor. Tenía otro timbre de
voz. Como más cantarina, más duce y más melodiosa. Como escapado de una obra de
Valle-Inclán: lastimero y agudo. Cambiaba la mercancía. Ofrecían “mantecadas de Astorga”. Ahora los
trenes ni saben ni huelen. ¿Dónde estará el sabor del tren de entonces?
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