Antequera se viste de gris y plata; se entolda la tarde.
Amenaza lluvia; chispea con mucho tiento, casi como sin querer lo que hace. Es
más invierno que primavera. La gente va abrigada. Abren sus puertas los comercios.
Reclaman desde los escaparates a los posibles compradores.
Está la ciudad de dulce. Flores en las jardineras; macetas
en algunos balcones. Han sembrado de pensamientos – amarillos, lilas,
nazarenos, blancos - los parterres de la Puerta de Estepa.
“Pensamientos míos vete a buscarla / si se niega a venirse,
pensamientos…” Así pregonaba la letra de la sevillana. Era el boom. La gente
con gomina en el pelo las aprendía en las academias… Son, éstos, otros
pensamientos.
Antequera en esta
tarde que apunta a invierno es un pensamiento recóndito; profundo, bello,
íntimo… Al Callejón de la Gloria se asoma la torre de San Zoilo y, por las
esquinas sopla, con fuerza, el viento. Arañan las torres de las iglesias nubes
bajas, casi nubes urbanas…
“Si acaso te pregunta / que
quién te manda / dile tú…” Adecentan la fachada de San Agustín; en la
plaza de Castilla juegan unos niños. Vociferan. Corren detrás de un balón rojo
y blanco; las madres echan el rato bajo la lona de una terraza. Pasa un hombre
con un perro sujeto por una cadena. Habla, con voz en alto; el hombre habla
solo. ¿Con el perro? No. Simplemente, habla.
Estatuas, en bronce, de los próceres de Antequera: el
capitán Moreno, el Infante don Fernando, el labrador que ventea semillas en la
glorieta de la circunvalación…, cumplen doble función. La gente los reconoce y
ellos aguantan el paso del tiempo y embellecen la ciudad.
Antequera, una vez más, es un pensamiento; de gris y plata,
de belleza escondida que subió de la vega, arrancado por la reja del arado a
modo de Efebo; de Venus; de piezas de un mosaico romano. O, encumbrado por la
mano del hombre, en el silencio barroco de Los Remedios… “Pensamientos míos…
ciegos de amores”.
Hermosa estampa otoñal, vivida y "pensada", de una tarde de primavera en mi pueblo. Salud(os).
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