‘AD
LIMINA’
Parece que, en la penumbra de los templos, las Vírgenes,
vestidas de hebrea, le dan otro matiz a la Cuaresma. Huele a cera. El ‘Tarni
Shield’ o el bicarbonato de toda la vida, o ¡qué sé yo!… cualquier cosa es buena
para sacar brillo a la alpaca plateada.
Dentro de unas noches, con toda la candelería encendida, si
la brisa no dice lo contrario, llenarán las calles, serán el asombro al
revolver de cualquier esquina y se escapará más de un suspiro de muchas
gargantas. Estará abril en esplendor y el fervor cofradiero mecido a flor de
tambor.
Acaban de volver de la visita ‘ad limina’ los obispos de
Roma. Dicen que el Papa les ha pedido que cuiden a las cofradías. Excelente
recomendación, Papa Francisco. Al igual, nadie le ha informado a Su Santidad
que, no pocas veces, el primer anticofrade era el propio cura… Cosas que pasan.
Me contaban. En una anterior visita a Roma el obispo de una
determinada diócesis presentó al Papa de
entonces un cartapacio preparado por el ad latere de turno. El Papa ni lo miró.
“Esto, dicen que dijo, es un folleto que prepara cualquiera estudiante de una
facultad, dígame, cuantas hora dedican sus seminaristas al estudio y a la
oración”. El obispo se metió en la habitación del hotel y no salió en tres
días.
La misma pregunta habría que hacer en algunas cofradías. No
sé quienes tendrían que meterse en alguna habitación… Al igual, un tiempo en la
penumbra de los templos que huelen a cera y a incienso… Ustedes me entienden.
Puede que toda la culpa no la tenga el cura.
Una procesión, según que ciudad –Sevilla, por ejemplo-,
puede ser el Barroco pleno en la calle; en otras sacan lo mejor de su
imaginería. El arte de la gubia. Cristos y Vírgenes y todo lo que el pueblo le
echa encima cuando por medio se las anda algo sublime: la fe. “No me tienes que
dar porque te quiera / pues aunque lo que espero no esperara / lo mismo que te
quiero, te quisiera”.
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