Viento. Mucho viento. Sopla, hoy, como con coraje y huracanado. Viene de no se
sabe dónde y va a donde le da la gana. Ulula en la chimenea. Crujen las
contraventanas. Eso que dicen, por ahí, que es mala suerte…
Desde la ventana las miro y las veo. Están reverdeciendo las
higueras. Tienen mala literatura las higueras. “A la sombra de la higuera ni te
sientes ni te duermas”. Es de los pocos árboles donde la cosecha aparece antes
que la hoja. No anidan los pájaros en las higueras. ¿Por qué será?
“La leña de higuera
que la corte mi hijo y la queme mi nuera”. Mala para arder. Nacen las higueras
en los secanos, en el brocal del pozo, en la linde de la huerta. Sus ramas
llegan al suelo y a los pimpollos más altos se encaraman las mejores brevas.
La breva viene por San Juana; el higo por agosto y el arrope
(que no lo da la higuera pero que se saca de ella) cuando el sol dorado de
septiembre, avisa que se acerca un cambio de tiempo. Nubes altas, cielos azules
y tormentas…
Esta tarde (va de refranes), “marzo sacó a su padre al sol y
lo apedreó”, sopla el viento Está rara la tarde. No apetece ya la chimenea pero
en la calle no viene mal un poco de abrigo, aunque sea ligero, pero algo sobre
el cuerpo.
En España acabamos de enterrar – en las penumbras de un
claustro gótico - a uno de los artífices
de la Transición. En este país que somos tan dados a negar el pan y la sal a
los vivos, nos “desvivimos” por los muertos.
Nos gustan demasiado los entierros.
Alguien escribió que la primavera sólo es placentera en la
mente de los poetas. Debe ser así. En no
sé qué ayuntamientos no han puesto la bandera como hay que ponerla en estos
casos. Vientos. Malos vientos. Soplan demasiados malos vientos esta tarde…
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