domingo, 16 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Malajes


                                              


Hay una cosecha esplendida. No ha llovido mucho; tampoco importa. Nacen - o vienen- por generación espontanea. Como a las esporas, los trae el aire y los deja donde le parece. Uno aquí, otro allí… Ya se sabe, una siembra a voleo. Al que le toca, le toca.

El diccionario dice del malaje que es una persona con poca gracia (es generoso, le reconoce, aunque no en demasía, ‘alguna’, cuando dice lo de ‘poca’), desagradable y con mala sombra. Es tan inoportuno como una carta certificada de Hacienda: siempre viene mal.

En Granada lo llaman malafollá, en Málaga gilipollas y, en otros sitios, malapipa. Ninguna de las tres acepciones las recoge la Academia de la Lengua. Son tan ‘desgraciados’ que ni el diccionario los quiere. ¿Por qué será?

Tienen, también, una ‘punzá’ de memos, de tontos, de simples. De hecho son sinónimos. El malaje, por supuesto, sabe lo que eso es;  nunca se lo aplica así mismo. Es para los demás. Está por encima. Es el más ‘listo’ de la partida.

Hay, también, días ‘malaje’. Hoy por ejemplo. No hay nada más que ver la televisión. Malajes son el Arturito Mas –perdón don Artur- y la sombra estrábica que le sigue; malaje es el nota que le asestó, anoche, tres puñaladas, a un colega en la puerta de una discoteca por unas copas mal bebidas; malajes, los políticos ‘borrachos de sombra negra’ que no escuchan el clamor de su pueblo.

Todo pueblo que se precie, tiene por lo menos, - oficial – uno; arrimadillos al querer, algunos. Suelen estar siempre en el sitio más visible. En el bar de la Cristalera, una mañana había colección.

-          Parece que, hoy, estáis ‘completitos’, le dice Juan Fernández, veterinario de profesión, al camarero cuando contempla el panorama.

-          Ya, sabe usted, don Juan, - le replica - cuando una cabra se pierde ¿a dónde va? donde hay otra  piara…

 El malaje, - personaje sombrío - “al ver que otro se alegra, él se apena”, se entristece con el posible gozo de los demás, es especialista en reventarla y sufre, con la complacencia ajena.  Calladito está más guapo, si no habla, pasa desapercibido pero siempre, aparece… ¡Digo si aparece! y, si está ‘perdido’, entonces, en piara.

Y hay días, como hoy, que son malajes y, uno, no sabe de qué puñetas va escribir y, entonces, salen estas cosas.

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