Corona el cerro al que da nombre. Es emblema, santo y seña,
referencia… Desde la lejanía se divisa; de cerca, se admira. Los pináculos que
sobresalen le dan nombre. Fue castillo frontero durante la Edad Media y antes,
bastión cercano a Bobastro y antes…
Los iberos (en el arroyo Hondo, el investigador José María
Lopera ha situado varios hornos de alfarería) se asentaron en él; según el
profesor Arribas Palau, lugar de fenicios que subían por el río.
El descubrimiento de un gran aljibe, junto a su muralla
oriental, con posible prolongación hacia el interior es admitido, casi por
unanimidad, por los investigadores como la ubicación de la Iluro romana.
Los árabes lo reedifican en los tres períodos: emirato,
califal y talifa. En este último se recrece más. Materiales endebles: adobes y
morteros. Su conservación, muy deteriorada. Casi no queda nada de las torres
albarranas ni de la muralla. Lienzos sueltos. Alguno, incluso - como el ‘mojón’ del barranco – incrustado
en la población.
En 1434, Diego de Ribera, Adelantado de Andalucía pone
cerco. Es primavera. “Por encima del adarve / quedado se había un morico / con
una ballesta armada / y, en ella puesto un cuadrillo…” Lo cuenta: “Álora, la
bien cercada”. Es uno de los romances más bellos de la épica castellana. Lo
decía Menéndez Pidal, y si lo dice don Ramón…
También por primavera – junio, por más señas y 1484 – lo toman (desde
el siglo XII habían fracasado todos los intentos – las tropas de los Reyes
Católicos. Viene al mando el Rey Fernando. Sobre el suelo de la mezquita
principal se construye la primitiva parroquia de la Encarnación. En 1755 las
secuelas largas del terremoto de Lisboa la echó por tierra.
Varias veces –con alternancia de tiempos - cementerio. Hasta
finales del siglo XX. Ha vivido ‘gracias’ a la muerte. Ahora, con más dificultades
de las deseadas llevan a cabo obras de
conservación. ¿Más datos? Otro día podemos volver. Hoy, sólo pinceladas
sueltas.
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