Llovía.
Llovía suave, mansamente, hasta el medio día. Dicen que es por culpa de una
borrasca que ha entrado por el Golfo de Cádiz. Cruza la península y deja caer
el agua sobre el campo. Estas lluvias primaverales no son como las de otoño.
Menos intensas, pasajeras, como de prestado y, aunque, las catalogan como ‘mil’
su montante es pobre. Paupérrimo.
Por
aquí ya apunta a primavera. Como este año –
en otoño y en invierno - ha llovido muy poco la yerba está rala; el
paisaje, en cambio precioso. Se visten los granados del camino con hojas
tiernas. Florecen el espliego y el romero, gayumbas y mimosas; reverdece el
tomillo y embriaga el azahar de la huerta…
El
campo está ahí, siempre ahí, y nos espera... Deja que pase todo lo que tiene que
pasar. Los urbanitas le vuelven la espalda y no se enteran que están las
encinas encendidas que, en los olivos, apunta ya la trama, que se visten las
parras y las higueras, y los ciruelos han cambiado la flor por hoja nueva…
Una
banda de palomas, posadas en los cables de luz, se refrescaba esta mañana con
la lluvia tenue. Ajenas al paso de las
horas –esa que por no sé qué explicación poco entendida cambian, de madrugada y
que según Quevedo “todas hieren; la última, mata” – sentían como las gotas de
agua resbalaban por sus plumas grises, blancas, negras…
Quien
anda más revuelto - ¿y cuando no es Pascua?- es el paisanaje. El juez Ruz
empeñado en saber más sobre el dinero de la mujer de Bárcenas; Mayor Zaragoza
apoya la expropiación de la mezquita cordobesa; violencia en las calles de
Madrid. Rusos en Ucrania…Mas – don Arturo-
a lo suyo; Rajoy, también.
Están
en flor las aulagas. Muchos pinchos, demasiado, pero están exuberantes. Ahora
quieren sacar y no saben qué, algún chismorreo sobre la familia de Suárez. Asco
de prensa sensacionalista…Liban las abejas. Es primavera y, en esto, aunque lo intenta,
no manda el Corte Inglés.
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