miércoles, 28 de mayo de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Vejez

 




Mayo, 28 miércoles


                                            VEJEZ


Hace unos días me di cuenta, por primera vez en mi vida, que el Papa es más joven que yo. “Todo llega, Pepe, todo llega”, me dijo, un amigo al que yo quiero mucho. (Es una perogrullada porque a los amigos se quieren mucho ¿o no?) y agregaba. “Dios perdona siempre, los hombres a veces, el tiempo nunca”.

A eso, algunos le llamamos vejez. De una manera eufemística se dice que aparecen goteras, comienzan dolores que antes no teníamos, la farmacia tiene más visitas que la barra del bar al que solías ir y hay manifestaciones externas muy evidentes: se pierde masa muscular, cuesta levantarse con agilidad y si tienes que recoger algo del suelo, eso es un poema propio de la Odisea.

Hay otros signos también evidentes: todos los que mandan en ti son más jóvenes: el médico, el cura y tu mujer. Hay otra, muy clara, pero esa no merece la pena aclararla ¿A qué me entienden, verdad?

La cosa no queda ahí. Un día te sorprendes a ti mismo, a cierta hora, en la cocina y como quien no quiere la cosa vas y te preguntas. ¿Y yo a qué he venido aquí? Te mandan por el pan y cuando la chica de la panadería te pregunta qué quieres, sales por peteneras y le dices. “lo de siempre”. Lo de siempre no es que te gusta repetir, no. Sencillamente, que no te acuerdas de lo que te habían encargado ni por supuesto qué te llevaste ayer.

Hay un dolor aún mayor que las goteras y los achaques: el vacío. Ves como cada vez el bosque está mas claro. No aquel bosque que era tu delicia porque allí podías volverte loco de felicidad, no. Ese es un imposible. El bosque que te rodea y ves como van talando ejemplares a tu vera y ese hueco no se rellena. Es doloroso, tanto que, le llamamos: soledad. Es la ausencia existencial. Cobra también vigencia cuando llegan las felicitaciones por Navidad, por las onomásticas, o cuando ya no suena el teléfono para hablarte de las cosas que parecen tonterías pero que no los son.

Ayer me las anduve de revisión rutinaria de médico. Mañana de análisis; tarde de TAC. Cuando fui a pedir la autorización para la prueba, me atendió una mujer muy amable.

- ¿Setenta y ocho años? pero sí está estupendamente.

- Sí, sí le respondí, pero cuando se ha dirigido a mí me ha hablado de usted, y cuando a uno le hablan de usted, en los tiempos que corren, es  una señal inequívoca… No obstante, gracias por el cumplido.

 

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