jueves, 1 de mayo de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mayo

 

                                     


Mayo, 1 jueves.

Lo dejó escrito aquel poeta al que muchos citan, pero no todos han leído. Se llamaba Miguel y era de Orihuela. “En Orihuela su pueblo y el mío…” No, no va la cita tampoco por ahí… quería y quiero decir: “por fin trajo el verde mayo / correhuelas y albahacas / a la entrada de la aldea / y al umbral de las ventanas…”  (El poema, obviamente sigue más).

Mayo, florido y hermoso… Un mes dedicado a María (“Venid y vamos todos con flores a María…”) madre y abogada nuestra. Florecillas silvestres de las que nacen en los bordes de los caminos; en los arriates del jardín, en las macetas del patio… Un mes que también, por esta vez, nos traerá un nuevo Papa mientras los hombres se dan puñaladas traperas por dominar el mundo.

Estará la Virgen Blanca sola en su hornacina del recreo y quizá ella, en su mármol frío recordará a aquellos muchachos que bajaban a cantarle y rezarle, porque era un mes especial, distinto. Rompía moldes de un orden acumulado en la rutina de los días…

Con las primeras luces de la noche se encendían a modo luceros en un cielo distante. Los muchachos sabían que aquellas noches otros muchachos faenaban en las aguas de la mar y le rezarían de otra manera: “Salve estrella de los mares… “

El los pueblos de donde procedían los muchachos que bajaban a rezar a la Virgen Blanca ya estarían anidando los ruiseñores en las alamedas del río y cantarían sin cesar porque venía el alba; en las lomas, las alondras tendrían sus primeros vuelos y las tórtolas los primeros arrullos en los sotos…

El libro de Literatura recogía el fragmento de aquel prisionero que repetía y repetía: “que por mayo era por mayo, cuando hace la calor y los trigos encañan y están los campos en flor…”

Las niñas jugaban, al caer la tarde a la rueda en las esquinas de la calle cuando regresaban las bestias del campo cargadas de avenas y alcaceles y cantaban una y otra vez que “yo tenía un castillo / matarali lirelo” y se preguntaban, una y otra vez, donde estaba la llave y aunque sabían que estaba en el fondo del mar volvería a preguntarlo porque la respuesta era siempre la misma: “en el fondo del mar”.

Juan Ramón, aquel hombre de cara triste y vida solitaria invitaba con sus versos: “Vámonos al campo por romero / vámonos, vámonos por romero y por amor”. Eso.

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