Mayo, 30 viernes.
Dice el calendario que se va
mayo. Atrás – parece que muy lejos, pero no es verdad – se queda abril. El refranero
afirma que tiene aguas mil y la liturgia católica que es el mes de los grandes
misterios sobre todo el de la Resurrección. Hay, también, en ese mes un pasaje
del evangelio que a mí me sabe a genial. El de los discípulos de Emaús. Solo
una frase, solo una, ya da sentido a todo lo que ocurrió por el camino: “lo
conocieron al partir el pan”.
Dice, abro el artículo con esa
expresión, que mayo nos saluda con el brazo en alto de despedida. Mayo, el de
las cruces en los patios, el de los rosales en flor, el las Vírgenes de Fátima
y Auxiliadora y como ahora andamos en eso de la ´paridad´ pues, también, el san
Fernando para que todo el mundo esté contento. El del poema “de por mayo era
por mayo cuando hace la calor…” ¡y usted que lo diga…!
No queda ahí la cosa. El trio
Rafael de León, Quintero y Quiroga compusieron muchas canciones. Algunas
sublimes. A mí, ¡qué quieren! me encanta esa que cuenta como el amor no tiene
fechas ni lugares ni momentos. Viene cuando tiene que venir y punto. Y lo
proclama: Amantes de abril y mayo porque las cosas requieren su tiempo.
Antes de seguir quiero dejar
claro que el trío se juntó porque el azar lo quiso y fue a petición de Antonio
Márquez, marido de doña Concha Piquer. Le pidió un espectáculo para su mujer y
manos a la obra. Nació algo que para mi no se ha superado hasta hoy. Buenos,
los hay, pero como estos y en equipo, como que no.
La copla les debe mucho. Ella
también les dio lo suyo. ¿Cómo se entiende si no que de algo tan cotidiano pueda
surgir esta belleza? Amantes de abril y mayo cuenta la proclamación de
un amor. Surge quizá de manera espontánea. Ella, con los años que pasan
inexorablemente; él, con el brío que aportan los veintidós…
No aclara la copla si Peñaflor
es el palacio astigitano o es el pueblo en las estribaciones de Sierra Morena,
en la margen derecha del Guadalquivir. No importa. Es el protagonista que
aparece porque es testigo, ante la calle, de algo sublime, excelso, eso que no
se puede ocultar y aflora: el amor.
Luego, viene lo que tiene que venir.
La envidia cochina a modo de murmuración y la culminación de la felicidad. ¡Qué
pena que la copla no nos cuente más cosas!
Amantes de abril y mayo. ¡Casi ná!
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