viernes, 30 de mayo de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Amantes de abril y mayo

 




Mayo, 30 viernes.


Dice el calendario que se va mayo. Atrás – parece que muy lejos, pero no es verdad – se queda abril. El refranero afirma que tiene aguas mil y la liturgia católica que es el mes de los grandes misterios sobre todo el de la Resurrección. Hay, también, en ese mes un pasaje del evangelio que a mí me sabe a genial. El de los discípulos de Emaús. Solo una frase, solo una, ya da sentido a todo lo que ocurrió por el camino: “lo conocieron al partir el pan”.

Dice, abro el artículo con esa expresión, que mayo nos saluda con el brazo en alto de despedida. Mayo, el de las cruces en los patios, el de los rosales en flor, el las Vírgenes de Fátima y Auxiliadora y como ahora andamos en eso de la ´paridad´ pues, también, el san Fernando para que todo el mundo esté contento. El del poema “de por mayo era por mayo cuando hace la calor…” ¡y usted que lo diga…!

No queda ahí la cosa. El trio Rafael de León, Quintero y Quiroga compusieron muchas canciones. Algunas sublimes. A mí, ¡qué quieren! me encanta esa que cuenta como el amor no tiene fechas ni lugares ni momentos. Viene cuando tiene que venir y punto. Y lo proclama: Amantes de abril y mayo porque las cosas requieren su tiempo.

Antes de seguir quiero dejar claro que el trío se juntó porque el azar lo quiso y fue a petición de Antonio Márquez, marido de doña Concha Piquer. Le pidió un espectáculo para su mujer y manos a la obra. Nació algo que para mi no se ha superado hasta hoy. Buenos, los hay, pero como estos y en equipo, como que no.

La copla les debe mucho. Ella también les dio lo suyo. ¿Cómo se entiende si no que de algo tan cotidiano pueda surgir esta belleza? Amantes de abril y mayo cuenta la proclamación de un amor. Surge quizá de manera espontánea. Ella, con los años que pasan inexorablemente; él, con el brío que aportan los veintidós…

No aclara la copla si Peñaflor es el palacio astigitano o es el pueblo en las estribaciones de Sierra Morena, en la margen derecha del Guadalquivir. No importa. Es el protagonista que aparece porque es testigo, ante la calle, de algo sublime, excelso, eso que no se puede ocultar y aflora: el amor.

Luego, viene lo que tiene que venir. La envidia cochina a modo de murmuración y la culminación de la felicidad. ¡Qué pena que la copla no nos cuente más cosas!  Amantes de abril y mayo. ¡Casi ná!


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