Mayo, 10, sábado.
Fue un pintor italiano
influenciado por el campo (venía de la Campania, en las Dos Sicilias) y por
Venecia donde se afincó de muchacho y permaneció durante toda su vida salvo en
las salidas esporádicas de sus viajes en los que insuflaba su alma de
arte. Venecia le dio los personajes de
sus cuadros, el color, sus costumbres, su esencia.
Ettore Tito nació en la ciudad
de Castellammare di Stabia. Su padre Ubaldo Tito, capitán de la marina mercante,
pudo influir en el alma del pintor que, además, contó con las brisas que venían
de mar Tirreno, ese mar en el que cuenta el padre Homero que Ulises se ató al
mástil del barco para que las sirenas no le embaucasen con sus cantos de amor,
cuando regresaba a Ítaca… Su madre, veneciana, trasladó a la familia a la ciudad
del Véneto. Antes vivieron un período corto en Milán.
Tiene la Campania esencia de
las brisas que vienen por la Costa Amalfitana esquivando quebradas y montes que
bajan de la tierra alta donde las cumbres acarician cielos azules hasta la
orilla del mar. En sus laderas se cultivan limoneros, vides y olivos…
Ettore Tito inmortalizó la
ciudad de Venecia. El realismo de sus cuadros expuso la mirada de la mujer de
vida interior profunda; el pulso de la vida cotidiana que se asoma a la calle
al amanecer, a media mañana o a esa hora en que el sol declina. Los personajes
son los mismos, sus caracteres, también. Su belleza se plasma de esa pincelada
única e indescriptible. El mar, el campo, la vida rural del véneto tienen
cabida en sus lienzos.
Me documento – confieso que he
conocido la existencia de Ettore Tito al ver que Antonio Garcia Barbeito acaba
de recoger una obra suya para la portada de la Segunda Edición de Coplas
apena, Ed. Almuzara…- y me entero que su paleta se vuelve cada vez más
libre, que refleja pinceladas del impresionismo francés y el retrato elegante
de la sociedad en la que él bebió intensamente los sorbos que les tocaron en
suerte.
Realismo y alegoría. Belleza
sutil y sugerente; íntima; fuerza, expresión, hondura. ¿No es, acaso, una
pincelada – o unas pinceladas, que la cuantía no importa – de la poesía de
Antonio García Barbeito? Esa, en la que uno se adentra y se deja llevar, como
cuando la brisa agita al viento el cabello suelto y libre, o deja libre la
mirada que mira al infinito, mientras, la ciudad aguarda al otro lado del canal
y las olas van a depositar sus besos en la quilla del barco..
Desde luego, querido Pepe, tu comentario es digno de figurar en la portada de mi libro, junto a la imagen del cuadro de Tito. ¡Enhorabuena! Muchas gracias. Un abrazo.
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